Wen Gui ya estaba acostumbrado a las discusiones de su hija y su yerno, cada vez que Shao Hui iba al hospital a visitar a su padre, recordaba el gran pecado que Mo Qiang había cometido al impedirle convertirse en ídolo y ganar una suma rápida de dinero que podría ayudarlo a tratar a su padre.
Cuando volvía su rostro estaría más largo que el de la mujer que una vez perdió todo su dinero con un cobrador de deudas y estaría tan agitado y explosivo como un petardo, su boca estaría llena de pólvora y en el segundo en que su mirada cayera sobre la figura de Mo Qiang, sería como si alguien hubiera encendido una cerilla e incendiado la pólvora que Shao Hui llevaba en la boca.
Los dos discutirían y discutirían hasta que se pusiera el sol y al final, Mo Qiang saldría corriendo a jugar mientras que Shao Hui se quedaría atrás maldiciendo a Mo Qiang por ser una mujer despiadada con lágrimas corriendo por sus mejillas.