Lewis frunció el ceño al mirar a la persona frente a él.
Era sigilosa, vestida con un suéter de lana que ocultaba su figura.
Pero él sintió de un vistazo que le resultaba muy familiar... ¡muy parecida a Keira!
Lewis la miró con la mirada perdida, sus cejas ligeramente fruncidas, y preguntó lentamente:
—¿Keira? ¿Eres tú?
Las pestañas de Keira temblaron, y de repente dijo:
—Soy yo.
Lewis se quedó completamente helado.
Incrédulo, miró fijamente a la persona frente a él... solo para ver a Keira bajar la cabeza, diciendo tímidamente:
—¿Quién eres? ¿Cómo sabes que me llamo Keera?
Mientras hablaba, intentaba con esfuerzo imitar el tono dulce de su hermana.
Lewis hizo una pausa:
—¿...Qué?
Entonces Keira lo miró. Su rostro todavía estaba magullado, y el yodo no se había limpiado correctamente, dejando la piel expuesta muy amarilla.
Con un gorro y una mascarilla, ni siquiera su madre biológica la reconocería.
Keira continuó tímidamente: