—Residencia Horton.
Las palabras de Keira no sorprendieron demasiado a Lewis.
Ella siempre había sido una mujer de espíritu libre.
Pero el pecho de Lewis todavía estaba fuertemente apretado, su boca abierta. Quería negarse, decir que no, pedirle que esperara un poco más por él y le diera más tiempo. Estaba seguro de que podía pensar en una mejor solución.
Pero antes de que pudiera hablar, Keira se levantó, su mirada fija en él. —No quiero presionarte, pero he pensado mucho, y esto podría ser la única forma.
Lewis apretó la mandíbula, cerrando los puños. —Keira, yo...
—Has hecho todo lo posible y me elegiste. Eso lo sé. —Keira lo miró—. Pero no puedes realmente verla morir.
Lewis frunció el ceño. —Sí puedo.
—Puedes ahora —Keira sostuvo su mirada—. Pero, ¿y el futuro?
Lewis hizo una pausa.
—Sentirás culpa por ella, y esta culpa estará para siempre enterrada en tu corazón, Lewis. No quiero que soportes esa presión.
La luz de la habitación era muy tenue.