—¿Por qué... me miras así? —preguntó Winona, con ojos que parecían un poco asustados. Altea parpadeó, confundida.
—¿Mirarte como qué? —preguntó Altea.
—No importa.
Convencida de que era su imaginación, Winona volvió su atención hacia los bebés lindos en la cuna. Justo sucedió que Pequeña Pimienta estaba más cerca de ella, y Pequeño Albóndiga estaba intentando rodar hacia su madre.
Diferentes tonos de ojos azules se encontraron, y Winona no pudo evitar pellizcar suavemente las mejillas de Pequeña Pimienta.
Era muy delicada, por supuesto, pero eso no la detuvo de pellizcar varias veces.
—¡Mmmnhh! —La bebé frunció el ceño, sus cejas pequeñas uniéndose como si expresara su molestia.
Por supuesto, este mohín solo hizo que su mejilla regordeta fuera aún más gordita, y la hizo lucir más linda.
—Ay, sí que eres peleona, ¿eh? Me pregunto de quién lo habrás heredado? —Winona se rió entre dientes, toqueteando su pancita.