Altea acunaba a sus bebés en sus brazos, sus ojos llenos de calidez y amor.
Observaba atentamente todos sus movimientos, cada temblor de sus deditos, cada sonrisa desdentada que hacían, cada sonido que emitían... todo quedaba grabado en la memoria.
Se sentía tan enormemente feliz y tan bendecida en ese momento.
Sin embargo, pronto se dio cuenta de las diferencias en sus bebés.
Había visto recién nacidos antes, pero ¿sus bebés parecían tener ya unos meses de edad? No solo parecían mucho más rellenitos que los recién nacidos, sino que ya podían moverse más y expresarse un poco más.
...¿debería preocuparse?
No obstante, aunque un poco preocupada, se dijo a sí misma que mientras estuvieran sanos, eso era todo lo que importaba al final.
—Mis adorables bebés —dijo suavemente, inclinándose para darles besitos en sus suaves y regordetas mejillas.