Ciudad de Aberdeen, hace 16 años
El pequeño Ansel soltó un profundo suspiro cuando finalmente salieron del pequeño túnel.
Le tomó un rato orientarse y solo volvió en sí cuando sintió algo cálido e igualmente sucio en su mano cubierta de porquería.
Era una manita, cubierta con una sustancia verdinegra que parecía blanda y desagradable.
Aun así, no retiró su mano.
De hecho, si no hubiera estado tan asustado antes también se habría dado cuenta de que la mano con la que ella le había tapado la boca era esta misma mano.
La pequeña Altea, apodada Pequeño Mono, parecía no darse cuenta de la huella que había dejado en la cara del otro muchacho.
Simplemente agarró al chico y le hizo señas para que se fueran. —¡Vámonos! —le dijo, su pequeña voz sonaba un poco más espesa debido a los susurros.
Ansel miró su pequeña mano sobre la suya y asintió con expresión vacía.
—Entonces, niño, ¿dónde vives? —preguntó ella mientras se movían, mirándolo de vez en cuando.