—¿Tienes fiebre? —preguntó Otoño casi saltando cuando la mano de Gabe tocó su frente, su ya enrojecida cara sintiéndose aún más caliente. Ella lo observó fruncir el ceño y saltó hacia atrás, negando con la cabeza—. No tengo fiebre. Es solo que aquí hace mucho calor.
—No hace tanto calor y estás más roja que un tomate. ¿Segura que estás bien? —Gabe preguntó preocupado mientras miraba su cara, aunque se había alejado para volver a batir los huevos que estaba haciendo...
Mirando hacia otro lado, Otoño se apresuró hacia un lado y agarró las verduras —Me encargaré de preparar los acompañamientos...—. Con un suspiro profundo, miró la zanahoria y se ordenó a sí misma tomar control de la situación. Solo era un sueño. Gabe no sabía que ella casi había arrancado su ropa allí... pero si seguía roja de esa manera, entonces él podría sospechar que algo andaba mal.