La detective Davis frunció el ceño al caer en su silla, hirviendo de frustración. —¡Me sacaron del caso! —exclamó. El detective Reynolds negó con la cabeza comprensivamente. —Por supuesto que lo hicieron —dijo calmadamente—. Estás demasiado cerca, Davis. Has estado persiguiéndolos como un sabueso, convencida de que Olivia es el cerebro detrás de todo. ¿Realmente crees que Sebastian Frost se quedaría de brazos cruzados?
—¡Pero todas las pruebas apuntan hacia ella...!
—¿Qué pruebas? ¡No hay pruebas, Davis! ¡Todo es circunstancial! ¡No estabas intentando investigar! ¡Estabas intentando probar que Olivia Frost es responsable de todo!
—Entonces, ¿él se asustó y les hizo quitarme del caso? ¿Eso es todo?
—Seb Frost no es quien te hizo sacar del caso, Davis. ¡Soy yo! Yo pedí a los superiores que te apartaran de eso —respondió el detective Reynolds.
—¿Tú? Pero ¿por qué?
—¡Porque eres joven e imprudente, Davis! ¡Revelaste cosas que no deberían haberse revelado!