—¡No hay manera de que estés aquí para acompañarme, dejando tu propio reino! —exclamé al encontrar a Evan una mañana, justo cuando fui al comedor a desayunar.
—Es una sorpresa —dijo Evan. Miraba frecuentemente mi estómago como si estuviera muy sorprendido—. Te ves... realmente hermosa, mi amigo. Creo que más hermosa que nunca.
Estaba claro que lo decía en serio. Dem parecía molesto a mi lado, ya que me arrastró apresuradamente consigo, aunque con suficiente cuidado para no lastimarme ni nada por el estilo, y sacó una silla para que me sentara, a su lado.
—El embarazo de Su Alteza solo ha incrementado su belleza, pues Su Alteza siempre ha sido bastante hermosa —dijo Ruby.
—Es cierto, en efecto —Evan asintió y tomó asiento a mi petición.