—Yo te ayudaré, señora —Iza repitió cuando vio a Erika mirándola con asombro y sin parpadear siquiera una vez.
Escuchando a Iza repetir lo mismo una y otra vez, Erika acercó a la chica hacia ella y la abrazó fuertemente mientras liberaba las lágrimas que había estado luchando por retener.
—Muchas gracias, Iza. Nunca olvidaré lo que vas a hacer por mí y no te preocupes —ella liberó a la chica para mirarle la cara antes de continuar—, Cuando salga de aquí, te llevaré conmigo para que Adrian no te haga daño.
Erika era muy consciente de que si ella lograba escapar, sería Iza quien sería acusada o culpada por ayudarla y Adrain no dudaría ni un segundo antes de acabar con su vida, tal como lo hizo con el guardaespaldas que disparó en su pierna antes. La sirvienta podría no haber hecho mucho por ella todavía, pero lo que iba a hacer por ella en el futuro iba a cubrir todo y Erika no podría estar más feliz. Finalmente iba a estar con Adrian.