Usando ambas manos en tándem, Abel ignoró el placer cada vez mayor en su ingle a favor de darle a Dani el mejor orgasmo borracho que jamás haya tenido en su vida. Aunque, no pudo evitar preguntarse si Dani siquiera recordaría este evento una vez que se despertara a la mañana siguiente. Sería bueno que pudiera.
Apretando suavemente sus pezones, añadió un suave roce de su clítoris mientras frotaba sus dedos por toda su hendidura llorosa. A cambio, sintió como sus jugos explotaban mientras su excitación se disparaba con cada movimiento simple que él hacía en ella.
—¡A-AHH! ¡A-Abel... —Escuchar sus gemidos desinhibidos así era más que música para sus oídos. Se sentía como si pudiera alcanzar su clímax solo escuchando sus gritos de éxtasis y teniendo control total sobre su cuerpo de esta manera. Ya estaba goteando, pero todavía podía controlarse.