Abel masajeaba la parte trasera de su cuello mientras se dirigía a la oficina de la Reina Madre—. Supongo que es mejor que la Reina Madre me pida tener a Ezme como esposa en su lugar —murmuró para sí mismo. Ya sabía por qué la Reina Madre estaba pidiendo su presencia. Obviamente, era por el incidente entre él y la señora Dani.
Aparte de Dani y Mason, a quien ya había matado, nadie sabía sobre su relación con Rosela. Sin embargo, a pesar de que el hombre estuviera muerto, su rostro se ensombreció al recordar los recuerdos de Mason cuando bebió su sangre. Lo había encargado de cuidar a Rosela e informarle todo, pero ella terminó manipulando a Mason usando su cuerpo en su lugar. Fue lo suficientemente molesto que tuvo que recomponerse rápidamente antes de abrir la puerta y entrar a la oficina de la Reina Madre.
—Su Alteza —saludó cortésmente con una reverencia.
—Ven —dijo ella mientras hacía un gesto hacia la silla más cercana—. Siéntate. Tenemos mucho de qué hablar.