Al terminar su trabajo, Arlan regresó a su cámara, donde Oriana descansaba después de que los sirvientes la ayudaron a ponerse ropa fresca y le ofrecieron una comida caliente. Sintiéndose mejor, se sentó en la cama, apoyándose en el cabecero, contemplando la hermosa vista exterior.
Un sirviente llegó con un pequeño cuenco en la mano. —Su Alteza, el médico ha preparado este ungüento para usted.
Oriana le dirigió una mirada inquisitiva, lo que llevó al sirviente a explicar. —Noté algunos moretones en sus rodillas, Su Alteza. Este ungüento ayudará a sanarlos, la decoloración desaparecerá pronto y el dolor también se aliviará.
Oriana se dio cuenta de que le dolían las rodillas, pero lo había estado ignorando, acostumbrada a soportar el dolor. El viaje en la carroza por caminos rocosos no había sido amable con sus rodillas en la posición en que había estado, montando a Arlan y... sacudió la cabeza para no recordar sus propias acciones atrevidas y volvió su atención al sirviente.