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Tras el regreso de Arlan al Palacio de Cardo, un zumbido inusual envolvía todas las instalaciones, señalando el temprano inicio de las actividades para el día de la boda del Príncipe Heredero. Los diligentes sirvientes ya estaban ocupados con los alegres preparativos.
—Su Alteza, Buenos Días —saludó Romano a Arlan cuando este se encontraba en la puerta del palacio—. Su Majestad llegará en breve.
Arlan lo observó con una mirada inquisitiva, preguntándose en silencio por qué su madre estaba haciendo una aparición tan temprana.
—Hay un ritual que precede la boda, Su Alteza. Su matrimonio con la Princesa heredera designada significa la transferencia formal de autoridad sobre el trono de Su Padre —explicó Romano.
Arlan comprendió la importancia del momento y asintió antes de cruzar el umbral del palacio.