Alex había dirigido a todos a sus respectivas habitaciones de invitados, y los sirvientes habían atendido prontamente sus necesidades. Tras su agotador combate contra la formidable demonio, todos necesitaban desesperadamente descanso y rejuvenecimiento.
Una hora más tarde, Evanthe salió de su habitación dirigiéndose hacia el amplio balcón de descanso de la mansión. Allí, Yorian estaba junto a una vasta ventana, mirando hacia fuera con un semblante sereno, sus emociones ocultas tras enigmáticos ojos.
—Sé que has estado vigilando férreamente a Oriana —comenzó Evanthe, posicionándose a su lado—. ¿Todavía te preocupa ella?
Sin desviar su mirada, Yorian replicó:
—¿No debería?
—Parece que tus sentimientos van más allá de la simple preocupación —observó Evanthe—. ¿Ella evoca recuerdos de alguien de tu pasado?