Arlan había dedicado sus esfuerzos a fortalecer el reino desde su juventud, aspirando a ser un gobernante capaz. Renunciar a ese sueño era una afirmación profunda.
—¿Los odias tanto? —preguntó Arthur.
—Puedes intentar preguntarte a ti mismo si te casarías con alguien relacionado con el asesino de tu madre —respondió Arlan.
—Hmm, es una decisión difícil, pero debes considerar el futuro de este reino y sus habitantes. Renunciar al trono no es una opción —aconsejó Arthur—. Mientras tanto, Nathaniel se mantenía al lado de Arlan, diciendo:
—Si necesitas ayuda para deshacerte de ellos, puedes decírmelo, aunque todavía eres perfectamente capaz de manejarlo por tu cuenta.
Antes de que Arlan pudiera responder, la expresión de Arthur se oscureció. —Ustedes dos están planeando eliminar a una chica inocente. Yo, como hombre militar, me conocen por no tener corazón, pero ustedes dos me demuestran que me equivoqué. Es como si no tuvieran corazón.