—¿Qué debería hacer? ¿Debería simplemente regresar? El señor Loyset está afuera y no me permitirá dejar a Su Alteza en este estado —pensó.
Por alguna extraña razón, pareció recordar las palabras de Arlan de antes, acerca de cómo estaba descuidando a su propio maestro. —¿Qué fue lo que dijo? ¿Abandono del deber? —se preguntó, y, luego, suspiró.
—Me dio una elección, en vez de simplemente ordenarme que no me fuera. Soy médico, pero también soy su sirviente. No debería eludir mis responsabilidades —pensó.
Sin embargo, no estaba dispuesta a ser aprovechada como la última vez. A pesar de que también lo disfrutó, ese no era el punto.
—Supongo que puedo sentarme aquí y esperar a que se despierte. Si duerme el resto de la noche, mejor. Dormir en una silla no le hará daño a su precioso cuerpo —pensó— como mucho, sufrirá de dolor de espalda mañana por la mañana. Hmph, justa retribución.