Chương 7: 7.
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| CAPÍTULO SIETE. |
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Gin estaba sorprendido. ¿Él lo sabía?
Eso explicaría por qué había llevado a su amada Tara con ellos a Las Noches, apretó los puños con furia, debía seguir fingiendo, aunque no entendía para que si Aizen ya sabía su plan.
Tara había sido dada de alta y después de unos tres días de descanso regreso a sus labores como teniente. Pues el capitán Comandante Yamamoto había decidido que no cometió ningún crimen; miró la oficina del capitán la cual se encontraba vacía. Suspiró, ya nada sería igual.
—¿Está bien teniente Kobayashi?— preguntó el tercer oficial Izuru Kira a su lado.
—Si Kira-kun, estoy bien— respondió la teniente mostrándole una sonrisa.
—Entiendo por lo que está pasando teniente, aunque no lo crea yo también extraño al capitán Ichimaru— agregó rompiendo el silencio que había entre ambos.
La pelinegra asintió aguantando las inmensas ganas de llorar, esperaba que todo el trabajo que tuvieran la ayudará a distraerse.
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Quizá había sido el constante trabajo que tenía al dirigir un escuadrón sin capitán, o tal vez todo lo que comenzó a pasar en el mundo humano. Pues los últimos meses se habían pasado volando y no le había dado el suficiente tiempo para meditar todo lo que estaba pasando.
Ahora estaba en el mundo humano junto al capitán del décimo escuadrón Tōshirō Hitsugaya y su teniente Rangiku Matsumoto, al igual que el teniente del sexto escuadrón Renji Abarai, del onceavo escuadrón el tercer oficial Ikkaku Madarame y el quinto oficial Yumichika Ayasegawa, y la Shinigami del treceavo escuadrón Rukia Kuchiki.
Los Arrancars habían comenzado atacar a la ciudad de Karakura, e Ichigo no había podido con la fuerza de éstos.
El Gotei 13 había sido llamado para ayudar al Shinigami sustituto de Karakura cuando los Arrancars volvieran aparecer. Y ella había sido elegida para ir pues sabían que podría conocer a unos cuantos Arrancars que combatían bajo las ordenes de Sōsuke Aizen.
Su primera misión llegando al mundo humano fue ir por Ichigo Kurosaki, aunque Tara había decidido ir a la tienda de Kisuke Urahara para hablar con él. Más que nada para preguntarle si podía vivir ahí por el tiempo que durará su misión.
—Claro que si teniente Kobayashi, puede quedarse aquí con nosotros el tiempo que deseé— respondió sonriente el hombre de sombrero.
—Gracias Urahara-san— sonrió agradecida la pelinegra —También hay algo más que quisiera hablar con usted— agregó mirándole con algo de seriedad.
Enseguida el rubio cambio su expresión dedicándole toda la atención a ella, Yoruichi a su lado también mantenía un semblante serio. Aquella conversación no sería solamente un cordial saludo.
—Ya veo, así que esos Arrancars que nos atacaron forman parte de las Espadas de Aizen— habló el sombrerero ocultándose atrás de su abanico de mano.
—Así es, el grandote al que ustedes nombraron Yammy es el espada número diez, si estoy en lo correcto— respondió la teniente —Y el pelinegro de mirada inexpresiva se llama Ulquiorra Cifer el espada número cuatro— agregó Tara con seriedad —No tengo mucha información de los Espada más que los nombres y rangos de algunos, pero, me es difícil de recordad las características de todos.
—No es algo de lo que debas preocuparte Tara— respondió Yoruichi con seriedad —Por órdenes del capitán comandante, según lo que nos informó el capitán Hitsugaya, tú no participarás en la guerra contra los Arrancars— agregó cruzándose de brazos.
La pelinegra suspiró, eso ya lo sabía. Antes de partir al mundo humano el capitán comandante Yamamoto la había llamado para hablar, esa sería su última misión en el mundo humano ya que después de eso se dedicaría a estar en su escuadrón ayudando al Seireitei sin participar con la guerra contra Aizen y los Arrancars.
Ella seguía estando en observación para negar la sospecha de que fuera a traicionar a la Sociedad de Almas.
Una presión la alertó, era el poder de los Arrancars, conocía muy bien su presión espiritual, pero antes de que pudiera actuar fue detenida por Yoruichi la cual le prohibió interferir con las peleas que sus compañeros tuvieran.
Miró el techo de aquella habitación, ¿por qué ese sentimiento le era muy conocido?
Otra vez sentía que estaba encerrada en Las Noches, esperando a que en cualquier momento apareciera alguien que no dudará de ella.
No los culpaba, ella igual dudaría, pero aquel sentimiento le hacía sentir una inútil culpable.
Tomo su Zanpakutō la cual se encontraba aún lado de ella y sin que nadie se diera cuenta salió de aquel lugar. Camino por las calles de Karakura, mirando todo, era de noche y la pelea que habían tenido sus compañeros e Ichigo Kurosaki contra los Arrancars y el espada número seis, Grimmjow Jaegerjaques se había acabado hacía varias horas. Cuando el ex capitán Tōsen Kaname llegó para llevarse al único con vida, el mismo Grimmjow.
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Enfrente de él se encontraba el rey de Hueco Mundo, Sōsuke Aizen. Él lo detestaba con toda su alma, sabiendo que aquel hombre era un Shinigami, su enemigo por naturaleza. Ahora ese bastardo era el líder de todos los Hollows, Arrancars y espadas; eso era lo que más le enfurecía.
—Bienvenido Grimmjow— habló el ex capitán desde su trono.
El espada número seis se mantenía serio mirando desde abajo al Shinigami que se había proclamado rey de Hueco Mundo.
—¿No vas a decir nada? ¿No piensas disculparte?— Kaname rompió el silencio que había en aquella sala.
—No— respondió el peliceleste con seriedad.
—Bastardo— agregó el moreno con ira contenida.
—Déjalo Kaname— habló Aizen llamando la atención de ambos —No estoy molesto— agregó.
—¡Aizen-sama...!
—Creo que un corazón tan ardiente como el suyo, es la causa de su comportamiento. ¿No es así, Grimmjow?— su mirada se tornó amenazante.
Pero incluso Grimmjow se mantuvo sereno, no cedería ante alguien tan inferior a él. Al menos esas eran las propias razones del espada.
—No, así es— respondió con fingido interés.
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