Chen Xi podía notar que la fuerza de Su Ping le había superado completamente. Al menos él no creía que pudiera enfrentar a una tribulación tan temible con tanta facilidad.
No había pasado mucho desde que se despidieron. Había planeado regresar a su clan y entrenar en secreto, todo para competir nuevamente con Su Ping la próxima vez que se encontraran. Sin embargo, Su Ping le había dado una sorpresa.
—Qué monstruo... —En algún lugar a mitad de aire, un joven fornido suspiró con una sonrisa amarga. Era nada menos que Shen Mo, uno de los tres Niños Dao.
—¿Ya ha encontrado su Corazón Dao? —murmuró una chica en otro lugar. Ella era Qian Hong, la Niña Dao más temprana y aún invicta.