Alejandro estaba anonadado.
Insinuó y pensó que ella tendría al menos una idea, pero obviamente no, e incluso declaró que trabajarían duro sin averiguar los detalles. Esta pequeña Corderito... ya olvidó el primer consejo que él le dio. Tonta, tonta chica... Solo esperaba que ella no se echara atrás en su trato, especialmente cuando pensaba en todas las cosas que quería hacer con ella.
—Corderito, cuida lo que dices.
—Yo… estoy hablando en serio. Puedo hacer eso. Si me das intervalos de tiempo para descansar mi mano, estoy seguro de que puedo hacerlo.
La risa de Alejandro rugió.
—Te sobreestimas a ti misma. Tus manos casi no podían moverse la segunda vez que lo intentaste.
—Nunca lo sabrás a menos que lo intentes, Alex. —Ella tragó saliva, luciendo seria.
Abigail estaba a punto de hablar de nuevo cuando su dedo aterrizó en sus sensuales labios.