Estaría de regreso en mi habitación en el castillo. Podía percibir el aroma familiar de lavanda y también el olor de Ivan. Abrí mis ojos suavemente y entrecerré un poco a causa de la luz del sol que entraba por las cortinas. Descansando su cabeza en mi cama estaba un enorme amigo peludo mío, Azul. Con un suspiro aliviado, me levanté de la cama con un pequeño gesto de dolor. Mi cuerpo entero se sentía adolorido y rígido.
La cabeza de Azul se giró hacia la mía al sentir el movimiento. Sus ojos se abrieron de sorpresa antes de cambiar a una expresión emocionada, y corrió hacia mí.
—Hola, Azul —dije con voz ronca y un poco rasposa.
Azul dejó escapar un chillido en la puerta, llamando a los guardias de afuera, quienes de inmediato entraron, totalmente armados. Se detuvieron al verme sentada en la cama. Les sonreí y les hice un gesto.
—S..su alteza —uno de los guardias me miraba asombrado.