Traigo a Fen Huan y la despierto. Poco a poco. La beso. Cuando se hace la remolona, palmeo su culo. Sin mucha fuerza. Sus quejidos son más eróticos que de dolor. Me cuesta conseguir que se levante y se vista. Había quedado con alguien. Si no, igual no habría logrado echarla.
Traigo a Song, Liang y Wan. Wan y Liang están algo nerviosas. Pero mucho menos que Song. Pocas veces la he visto tan vulnerable. Incluso de esclava. Entonces se veía forzada a mantener la fachada. Aunque por dentro estuviera destrozada.
La abrazo. No hay prisa. Ella hunde su rostro en mi pecho. Dejándome que acaricia su pelo durante un buen rato. Luego me mira. Aún está nerviosa. Pero sonríe traviesa.
–Es raro que, con lo pervertido que eres, no te hayas aprovechado. ¡Aaaahh!
En cuando lo dice, llevo mis manos a su culo. Lo aprieto. La miro desafiante. La beso. Sus labios me reciben con pasión. Su lengua, desafiante.
–Son los dos unos pervertidos– nos critica Liang, hablando con Wan. Esta no dice nada, pero asiente.
–Ya veo. Luego os tendré que dar una lección– las amenazo.
–¡Es una promesa!– ríe Liang.
Wan sigue sin decir nada. Pero parece excitada. Sin embargo, por ahora, tenemos cosas que hacer.
Nos besamos un rato más Song y yo. Nos acariciamos. Nos metemos mano. Ella está mojada. Yo estoy erecto. La levanto. Abrazada a mí. Sus piernas rodeándome. Una algo forzada. Yo de pie. La penetro. La subo y la bajo mientras gime. Mientras me acerco a la cama. Mientras la acuesto en ella. Sin dejar de penetrarla. Ahora encima de ella.
Como puedo liberar mis manos, ataco sus pechos. Sus pezones. Acaricio su cintura. Me recreo en sus labios. En su interior. En frotar dentro de ella. En llevarla al orgasmo.
Me estoy excitando demasiado. Paro después de que se corre. Nos quedamos mirando. Es hora de empezar.
Liang y Wan le ponen el ungüento alrededor de la pierna. Su rostro empieza a mostrar su nerviosismo. Embisto una vez más.
–¡Aaah! ¡Malo!– protesta.
–No te preocupes. Si algo sale mal, lo volveremos a intentar tantas veces como haga falta– le aseguro.
–Vale… Pero no lo uses como excusa…– murmura.
Su voz es casi inaudible. No puedo dejar de besarla. Liang se sienta junto a ella. Acariciándole la cabeza. Wan está justo a la pierna. Preocupada. No es médico. Todos lo sabemos. Pero al menos tiene algunas nociones. Espero que no esté muy presionada.
Me concentro en el hueso. En su yin. En usarlo para romper la fisura que fue mal curada. Que ya tengo localizada.
Song está sudando. Quizás no sienta dolor, pero algo siente. Respira agitada. Pero no se mueve. Puedo notar que se ha roto parcialmente el hueso. Que la carne y los músculos de alrededor están irritados o incluso dañados. Sin el ungüento, estaría sufriendo un fuerte dolor.
Está algo tensa. Acaricio su muslo con suavidad. Aplicando algo de qi. Algo de excitación. Con el objetivo de relajarla. O al menos de distraerla.
Poco a poco, se va consumiendo su yin. Apenas le queda la mitad cuando el hueso se acaba de romper. Uso un poco más para limpiarlo. Para liberarlo de la capa ósea que ha crecido por la unión incorrecta. La que no debería estar allí.
Me fijo en su otra pierna. Para compararla. Para saber exactamente dónde y cómo debe unirse. Se ha separado mucho.
–Mueve la parte de abajo un poco hacia arriba. Y apriétala contra la otra– le ordeno a Wan.
Esta parece dudar. Algo asustada. Así que es Liang quien va hasta allí y cumple las órdenes. Ha sido una esclava. Está acostumbrada a lidiar con todo tipo de situaciones. Wan es demasiado inexperta. Demasiado tierna.
–Baja un poco. Así. Un poco hacia ese lado. Un poco menos. Muy bien. Mantenlo así– le indico a Liang.
Song está sudando. Aprieta los dientes. No sé si le duele mucho. Pero tendrá que aguantar. Mezclo de nuevo yin y yang. Reconduzco la energía alrededor del hueso. Reforzando al propio cuerpo. Ayudándolo a fundirse.
Se acaba el yin. No ha quedado perfecto. Aún tiene que solidificarse del todo. Pero la forma es correcta. Salgo de ella. Mejor no acabar de follármela tal y como está. No quiero arriesgarme a hacerle daño.
–El hueso está bien puesto. Pero se tiene que acabar de curar. Será mejor inmovilizarlo y vendarlo. Usa tu qi para reparar la zona. Debe doler.
–Un… poco…– se queja Song –. ¿De verdad estará bien?
–Lo iremos viendo. Lo que no lo esté, lo arreglaremos– le aseguró.
–Vale… Pero me has dejado a medias– protesta de repente.
Me río. Un poco más relajado. Si es capaz de quejarse, es que está más animada. La beso en la frente. Sonríe. Aunque se nota algo de dolor en su rostro. Mientras, Wan ayuda a Liang a vendarla. Las tablillas las habían preparado de antemano.
–Ya está listo. Podríamos aprovechar para atarla del todo– sugiere Liang.
–Tienes suerte de que esté así, si no…– amenaza Song.
–¿Estás bien?
–Duele un poco. Pero circulando qi va bajando. Dame ese ungüento. Me pondré más si duele demasiado– dice Song.
–Lo siento. No serví de mucha ayuda– se disculpa Wan, casi llorando.
Supongo que sé siente culpable por haberse quedado casi congelada. Por haberse asustado.
–No pasa nada. A todos nos puede pasar la primera vez– la consuela Liang.
–Déjate de mimarla. Lo mejor es que se la folle Kong. A las dos. Mándame a la cama, y dales las gracias de mi parte. Yo estaré circulando qi por la pierna– me pide Song, guiñándoles un ojo.
Se nota que le duele un poco. Pero también que está animada. Espero que no haya problemas. Todo parecía estar bien. Así que le hago caso. Luego miro a las dos.
–¿Por quién empiezo?
Wan se siente aún culpable. Pero se le pasa cuando se corre. Incluso deja de protestar a Liang. Está jugando con sus enormes pechos. Riéndose de ella. Haciéndole olvidar. Cuando acabamos con ella, esta demasiado agotada para vengarse.
–¿Song estará bien?– me pregunta Liang, en voz muy baja.
Supongo que teme que no haya dicho toda la verdad. Por Song o por Wan.
–Creo que sí. Iré vigilando y ayudándola, pero creo que se curará del todo. Eso espero.
Se le caen las lágrimas. La quiere mucho. Le levanto la barbilla y la miro a los ojos.
–Pero tú, quizás no estés tan bien en unos momentos.
Me sonríe. Se deja besar. Puedo saborear sus lágrimas entre mis labios.
Follamos los dos tumbados de lado. Uno frente al otro. Su pierna levantada. Mi malo en su culo. Mis labios en su cuello, su barbilla, su boca. Nuestros cuerpos frotándose el uno contra el otro. Su agujero llena de mi miembro.
Luego voy llamando al resto. Todas preguntan por Song. Están preocupadas. Pero eso no las libra del sexo. En algún caso, soy yo el que no se libra. Como con las gemelas. Han decidido unir sus fuerzas contra mí. Lo hacen de vez en cuando. Les gusta montarme. Esta vez las dos de lado. Pero cada una ha mirado a un lado diferente. Son eróticas y apasionadas. Pero también adorables.
Me acabo durmiendo con Liang. Los dos de lado como antes. Abrazados. Estamos tentados de volver a empezar. Pero también algo cansados. Nos conformamos con disfrutar de nuestro calor. De nuestra intimidad. Y de algunos besos y caricias.
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Los ojos marrones de Liang me reciben por la mañana. Parece que a todas les gusta mirarme mientras duermo. Reconozco que también me gusta mirarlas a ellas.
–Buenos días. No te muevas. Esta mañana eres mío– declara, seductora.
–Sí, mi señora.
Soy obediente. Me dejo besar los labios. El cuello. El cuerpo entero. Sus labios, su lengua y sus manos me recorren. Cada día es más hábil. Todas lo son. Han empezado a usar qi.
A veces es apasionada. Otras observa mis reacciones. Me tienta. Me provoca. Su miembro está primero entre sus manos. Luego llega a sus labios. Su lengua. Su boca. No me deja hasta que me corro.
Me mira altanera. Jugando. Tocándome. Provocándome otra erección. Que esta vez mete en su interior. Estaba mojada. Preparada para mí.
Se mueve a veces lejos. De rodillas. En vertical. Subiendo o bajando. Otras se inclina. Sus labios a unos centímetros de los míos. Tentándome. Puedo sentir su aliento. Su sensual aroma. Su vagina haciéndome entrar y salir. Sus manos entrelazadas con las mías. Sus labios cuando bajan y me besa. Luego se van y los añoro. Los veo a apenas unos centímetros. Húmedos. Anhelantes.
Juega conmigo a veces. Otras me mima. A veces sube y baja. Otra mueve su pelvis en círculos. Haciéndome disfrutar de ella. Pero no soy el único que disfruta. Sus gemidos son testigo de ello. Ya se ha corrido tres veces.
Acelera. Mirándome. Implorándome que la llene. Que lleguemos los dos al orgasmo. Sus labios me atrapan cuando llegamos al límite. Cuando la lleno. Cuando toda ella tiembla. Me saborea con lujuria. Como yo la saboreo a ella.
Me sigue besando durante un largo rato. Apasionada. Es como si en el mundo no hubiera nada más que nosotros dos. Que nuestros labios. Nuestras lenguas. Ese culo suave que mi mano recorre. Ese pelo negro que poco a poco va volviendo a crecer.
Se separa y me mira. Jadeando. Ríe, sin dejar de mirarme fijamente. Su risa es contagiosa.
–¿Cómo está Song?– pregunta.
–Durmiendo.
–Eso es bueno. No le debe doler. ¿Por qué no la traes?– me pide.
Eso algo. Hace intención de despertarla, pero se lo piensa mejor. Me pide unas cuerdas. Y la acabamos atando. Brazos y pierna estirada. La otra pierna suelta.
–Con hielo sería mejor– se ríe.
Está tirándole gotas de agua a la cara. No tarda en despertar. Se encuentra casi inmovilizada.
–¿¡Qué!? ¡Liang!– se da cuenta de lo que pasa enseguida.
–Es hora de la venganza– ríe esta.
Le muerde el pecho. Puede que use la lengua con el pezón.
–¡Ah! Maldita. ¿No ves que estoy convaleciente? Déjame ir.
–Ni hablar. Ayúdame, Kong– me pide.
–No. Kong. Traidor. ¡¡Aaaaaaah!!
Ahora mordemos cada uno un pecho. Y nuestras manos se encuentran en la entrepierna de Song. Jugando con ella. Paramos un momento y la miramos.
–¿Cómo estás?– pregunta Liang.
–No duele. Pero estoy atada– protesta.
–Sabías que pasaría– ríe Liang.
–Tengo que examinarte– me defiendo cuando me mira.
–No creáis que esto acabará así– amenaza.
–Ji, Ji. Tú empezaste– se burla Liang
–Ya ver… ¡¡Aaaaaahh!!
La silenciamos. Jugando con su cuerpo indefenso.
–Oh, ¿ya está mojada?– la provoca Liang.
–Es culpa vuestra. ¡¡HHAAAaaaahhh!!
La penetro. Liang juega con sus pechos. Me deja el otro. Para que lo manosee. Lo estruje. Empujo con suavidad. Observando el hueso. Comparándolo de nuevo con el de la otra pierna. Parece estar bien. Pero no del todo sólida la unión. Uso el yin que ha regenerado para ayudar un poco más. Su qi ya he reparado su carne y músculos.
–Parece que está bien. Pero aún no está curado. Lleva las tablas unos días más.
Ella asiente. Sonríe. Casi llora. Supongo que tenía miedo que le diera malas noticias. Aunque aún no sabemos seguro si todo está bien.
–Ayer te dejé a medias. Es hora de compensar.
Ella va a decir algo. Pero no la dejo. Sello sus labios. No puede defenderse. Está atada. La penetro con más dulzura de lo habitual. Liang juguetea con ella, pero casi diría que la mima. Y disimula sus lágrimas. Estaba muy preocupada. Aún lo está. Pero algo más aliviada.
La llevamos al orgasmo cuatro veces. Antes de desatarla. Y devolverla mientras nos amenaza. Y nos abraza.
Luego le toca a Shi. A la que follo a cuatro patas. Mientras Liang ataca sus pezones. Devolviéndole ojo por ojo. Diente por diente. Pezón por pezón. No parece importarle. Más bien, lo disfruta. Lo único que le preocupaba era Song. Hasta que le hemos dicho que todo iba bien.
Con Yu es más dulce. Supongo que las dos tiene un carácter suave. Se llevan bastante bien. A Yi la provoca un poco más. A Wan y Lang las intenta provocar. Pero son muy sumisas. Acaba recostando sus cabezas en su regazo.
Liang puede ser juguetona y traviesa. Pero es más bien blanda. Considerada. Muy dulce.
Quizás es con Song con quien más se enfrenta. Pero porque esta es así y le da juego. Algo parecido pasa con Shi. O Yi. Las demás se dejan mimar demasiado. Y Liang no puede evitarlo. Es un encanto. Reconozco que a mí también me consiente.