–¿¡Qué pasa!? ¿¡Qué es esto!?– exclama Bai Wan alarmada.
–Mmmm, ha salido bastante bien… Con agua y todo– reflexiono.
–¿Kong?– me mira, incrédula.
Estaba en la orilla de uno de los estanques. Lavándose. Y la he invocado en la bañera. Con un poco de agua.
–Me ha parecido que necesitabas ayuda para limpiarte– le aseguro, queriendo parecer inocente.
–¡No… no hace falta!– exclama.
–Oh, vamos. Deja que te ayude– insisto.
–No… ¡Aaaahh!
Mis manos llegan a sus enormes pechos. Estrujándolos por debajo. Levantándolos. Suben acariciando su aureola. Llegando a sus pezones. Los saco de su escondite. Los acaricio. Un poco de qi fluye por ellos. Estimulándolos.
–¡Aaaah! No están sucios… ¡¡Aaaaaaahh!!– protesta.
–Mejor asegurarse– le susurro en la oreja.
Esta excitada. Puedo ver como sus manos llegan a su entrepierna. Como se frota con ellas, seguramente sin pensar. Beso su cuello mientras enjabono sus pechos. Subo por su sobaco. Recorro sus brazos, sus manos, sus dedos. Los enjabono y estimulo.
Mi lengua recorre su oreja. Se estremece con el contacto de esta y de mis manos. Vuelvo por sus brazos y llego hasta sus hombros. Los masajeo un poco. El qi fluye con suavidad, relajándola. Es un trampa. Pronto ataco de nuevo sus pechos.
–¡¡¡AAAaaaahh!!! ¡¡Kong!! ¡¡HHAAAaaahhh!!
Me río. Vuelvo a jugar con su oreja. Mis manos bajan, dejando sus pechos atrás. Recorro su estómago. Me entretengo en su ombligo. Juego con sus caderas.
De repente, me separo. Ella me mira. Algo sorprendida. Parece decepcionada. Pero su mirada cambia a excitación. Cuando ve que la empujo un poco. Para meterme también dentro. Detrás de ella. La hago sentarse encima de mí.
Le enjabono la espalda. Suavemente. Sensualmente. Mi miembro presiona su entrepierna. Rozándola. Me muevo despacio para excitarla. Agarro sus carnes. Las froto. Las muevo.
Mis manos llegan a su culo. Me entretengo un poco más. Juego con sus nalgas. Su respiración está acelerada. Voy a por sus muslos. Los atraigo hacia ella. Para poder tener al alcance el resto de su pierna. Eso la hace moverse sobre mi miembro. Que frota sin entrar en ella. Añado algo de qi.
–¡¡AAAAaaaaahh!!
Ya no hay protestas. Sus manos acarician mi miembro. Anhelantes. Las mías se mueve por sus piernas. Enjabono sus pies. Dedos incluidos. Luego vuelvo poco a poco. Amenazante. Acercándome a sus rodillas. A sus muslos.
–¡¡¡¡HHHHAAAAaaaaaaaaaAAAAAAAhhhHH!!!!
Se corre cuando llego a su entrepierna. Cuando rozo su clítoris. Cuando le invade un pequeño estallido de qi. Jadea. Sin fuerzas. Debería dejarla descansar un poco. Pero no puedo evitar querer molestarla. La penetro.
–¡¡Aaaaah!! ¡Kong! ¡Espera! ¡¡Aaaahh!! ¡Aaaah! ¡¡Aaaahh!!
Entro y salgo de ella con suavidad. No es la posición ideal para hacerlo. Pero no es imposible.
Mis manos resbalan por su cuerpo enjabonado. No es fácil coger sus pechos. Pronto empieza ella también a moverse. Sus brazos se agarran al borde para ayudarse. El sonido del agua resulta extrañamente obsceno. Aunque no tanto como sus gemidos.
–¡¡Aaaahh!! ¡Aaaah! ¡¡Aaaahh!! ¡¡Aaaahh!! ¡Aaaah! ¡¡Aaaahh!! ¡¡Aaaahh!! ¡Aaaah! ¡¡Aaaahh!! ¡¡¡AAAAAAAhaaaahhhh!!! ¡¡¡¡HHHHHAAAAAAAAAaaaaaaaAAAAHHH!!!! ¡¡Aaaaaah!! ¡Aah! ¡¡AAaaaahh!! ¡¡Ah!! ¡Ah! ¡Ah!
Vuelve a colapsar cuando se corre. Evidentemente, su peso no es problema con mi cultivación. La empujo hacia delante. Sus brazos quedan sobre el borde de la bañera. Por delante. Su cabeza apoyada a ellos. Su culo alzado ante mí. Sus piernas un poco abiertas. Gateando.
Empujo desde atrás. La penetro de nuevo. Juego un poco con sus nalgas enjabonadas. Subo por los lados. Jugando con sus carnes. Luego me recreo en sus pechos. Sin dejar de penetrarla. De entrar y salir de ella una y otra vez. Ella se deja follar. Totalmente sumisa.
Su vagina se contrae cada vez que llego hasta el fondo. Sincronizada con su gemidos. Con su cuerpo que se estremece. Resulta lujurioso todo él temblando y enjabonado. Su respiración jadeante. Sus gemidos para nada ahogados.
Finalmente la lleno de mí. Llevándola a un intenso y prologado orgasmo. Su cuerpo convulsiona. Su interior me aprieta. Queriéndome exprimir.
Parece haberse quedado sin fuerzas. La vuelvo a sentar sobre mí. Abrazándola. Nos quedamos quietos hasta que su respiración vuelve a la normalidad.
–Por sorpresa… A traición… Abusando de mí…– se queja.
–Entonces, ¿no quieres que lo repita?– la tiento.
–¡No he dicho eso!
Nos reímos los dos.
–¡Iiiiiiih!– protesta de repente.
Me vuelvo a reír. He sacado agua de la Residencia y se la he tirado por encima. Está fría. Y la he pillado desprevenida. Envío la de la bañera a la residencia. Y voy trayendo más.
–¡Song tiene razón! ¡Eres malo! ¡Perverso!– vuelve a protestar.
–Ja, ja. Tengo que quitarte el jabón…
No hago caso a sus quejas. La acaricio con suavidad. Ayudando a aclararla. Con un poco de qi. Pero sin excitarla demasiado.
Cuando acabo, cojo una toalla. La seco. Sin dejarme un solo rincón de su piel. Asegurándome de que sus pechos estén bien secos. Y su entrepierna. Ella se deja hacer. Entregada.
Salgo de la bañera. Casi resbalo. Está algo mojado fuera. La cojo en brazos. No se lo esperaba. Me mira. Sonrojada. Quizás pese un poco. Nada que no pueda levantar.
La llevo a la cama. La dejo allí con suavidad. Me pongo a su lado. Acaricio su pelo oscuro. Ella se recuesta en mí. Me sonríe. Cierra los ojos. Deja que la mime. Y, poco a poco, se acaba durmiendo.
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La primera en salir de la meditación es Song. Devuelvo entonces a Wan a su cama. Su rostro está relajado. Nada que ver con cuando me la estaba follando.
Llamo a Song. Aparece sentada sobre mí. Cara a mí. Su sorpresa a penas dura un instante. Sus brazos envuelven mi cuello y me besa. Sin decir una palabra.
Sus labios se juntan con los míos con suavidad. Su lengua juega con la mía con delicadeza. Saboreándome poco a poco. Mis manos están en su espalda. Acariciándola. Sus pechos se aprietan contra mí. Tentándome.
Pasan varios minutos hasta que me suelta. Sus preciosos ojos verdes me miran. Me pierdo en ellos. En su sonrisa.
–Hola Kong. ¿Me has echado de menos?– me pregunta seductora.
–Mucho– le respondo de corazón.
Su sonrisa se acentúa. Es preciosa. Sus pecas la hacen adorable.
–Tómame– me pide.
Sus labios vuelven a cerrarse en los míos. Más intensos. Sus caderas se aprietan a mí. Insinuantes. Mis manos bajan. Una en sus nalgas. La otra juega con su entrepierna. Comprueba que está mojada. Ayudo a mi miembro a entrar en ella.
Sus labios se separan. Se deja caer hacia atrás. La sujeto por la espalda. Dejo que llegue poco a poco a la cama. Yo con ella. Sus manos quedan abiertas. Reposando en el colchón. Sus ojos mirándome, anhelantes. Sus piernas abiertas. Siendo penetrada.
Me acerco a ella. Sujeto sus manos con las mías. Sus labios con los míos. Mi cuerpo sobre el suyo. Ambos restregándose.
–¡¡¡Aaaaaaahhh!!! ¡Aaaah! ¡¡AAAAAAAHHHH!! ¡¡¡¡HHHAAAAaaahhh!!!! ¡¡Aaaaah!!
Dejo de besarla para oír sus gemidos. Para besar su cuello. Dejo una de sus manos para jugar con sus rebosantes pechos. Sin dejar de entrar y salir de ella. Llevándola al orgasmo una y otra vez.
Cuando la lleno, me quedo sobre ella. Abrazada ella. Besándonos durante no sé cuánto tiempo.
–¡Pesas!– se ríe, apartándome.
Yo me la quedo mirando. No sé si debo decírselo aún. ¿Quizás debería esperar un poco más? ¿Practicar un poco más con Rong? He estado revisando su estado. Creo que puedo curarla. Pero seguramente le dolerá. Y mucho.
–¿Pasa algo? Estás muy serio– me dice. Sus ojos parecen ver a través de mí.
–Yo…
No sé muy bien qué decir o cómo.
–Di lo que sea. Sé que estás ocultando algo. Si no me lo dices, te lo sacaré con Shi y Liang– me amenaza.
Supongo que no me queda otro remedio. Suspiro.
–Cuando llegué al reino del Alma, apareció información de una nueva habilidad. Aún tengo que practicar un poco más, pero creo que puedo curar tu pierna. Pero dolerá. Seguramente mucho.
Ella me mira con los ojos muy abiertos. Sin pestañear. Le explico todo con detalle. Incluidos mis experimentos con Rong. Mis manos recorren sus mejillas y llegan hasta casi sus ojos. Recogen sus lágrimas por el camino.
Se tira sobre mí. Su rostro oculto en mi pecho. Sus lágrimas descontroladas. Está así durante un buen rato. Sabía que estaba sufriendo por ello. Pero parece que lo había subestimado. La abrazo. Consolándola. Tarda en calmarse. En mirarme con ojos vidriosos. Me sonríe.
–Da igual que duela. Solo cúrame. No quiero ser una carga– se confiesa.
Así que eso es lo que más le preocupa.
–Nunca has sido una carga– le respondo.
Ella me sonríe. Me besa con suavidad. Creo que da igual cuántas veces lo repita. Aunque sabe que la quiero, se siente así. Le debe haber quitado un peso de encima. Solo espero que todo vaya bien.
–Devuélveme con Wan. Hablaré con ella, a ver si tiene algo contra el dolor– me pide.
–Está durmiendo ahora mismo.
–¡Oh! ¡Así que has sido malo con ella! Je, je. ¡La haré confesar!– empieza a conspirar.
–No seas mala con ella– le reprocho.
–He tenido un buen profesor– me acusa con la mirada. Luego me abraza –. Gracias.
Me vuelve a besar. Con pasión y dulzura. Y me pide que la envía de vuelta.
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La siguiente es Yi. A cuatro patas. Su posición preferida.
–¡¡¡HHHAAAaaaaHHHH!!! ¡Kong! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAaaaaaaaAAHHH!!!! ¡No pellizque mis pezones! ¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHH!!!!!
Colapsa sobre la cama. Pero no dejo bombear. De follarla. De acariciarla. De jugar con su culo, que sostengo. Con sus pechos. Su rostro está sobre la cama. Mirando hacia un lado. Jadeando. Su lengua medio fuera. Babeando un poco.
Cuando la lleno, la dejo caer totalmente sobre la cama. Acaricio su pelo rubio. Lo aparto de su mejilla para besarla. De su oreja, para morderla. La otra mano se mueve sobre su culo. Disfrutando de su suavidad.
–Aah… Ha sido… Aah… Demasiado intenso…– se queja.
–¿No es lo que había pedido?– le recuerdo.
–Ah… Pero te has aprovechado– me reprocha.
–Por supuesto– me río.
–Malo…– me regaña.
Pero su tono desmiente sus palabras. Es dulce. Está satisfecha. Se deja acariciar y besar sin quejarse.
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Yu se sienta sobre mí. Es quien se mueve. Apasionada. Me besa. Me muerde.
–¿Tan sabrosos soy?– protesto.
–¡¡Aaaahh!! ¡Delicioso! ¡Aaaaahhh! Je, je ¡¡¡AAAaaaahhh!!!.
Sus pezones erectos se restriegan sobre mí. No es fácil, pero voy estimulándolos con qi sin tocarlos con las manos. Estas están en sus nalgas y espalda. Mi boca reclamada por ella cuando no me muerde.
Cuando acabo en ella, no se mueve. Su cabeza sobre mi hombro. Jadeando. Recuperando la respiración. Ríe y me besa en el hombro. Debe de haber visto la marca de sus dientes allí.
–Me alegro tanto…– me dice cuando se recupera.
Me mira con sus ojos verdes. Con algo de timidez. Incluso se asoma una lágrima en cada uno. Con una enorme sonrisa. Con su frente apoyada en la mía. Con sus manos en mi cabello. Sé que se refiere a que sea ahora un estudiante. A que ya sea libre. A que ya no sea un esclavo. Nos besamos una vez más.
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A Lang también la follo a cuatro patas. Disfrutando de sus pechos. Cuando los agarro o cuando lo veo moverse. No tan intenso como a Yi. Aún puede sostenerse cuando acabo. Pero no por ello ha gemido menos.
–Sé que no soy tan cercana como las demás, pero también estoy contenta que haya salido bien– confiesa cuando se recupera.
Quizás es cierto que no es tan cercana. Llevamos menos tiempo juntos. Pero ya es una de nosotros. Es mía. No le respondo. Simplemente la beso. No la suelto en casi cinco minutos. Cuando hace rato que está totalmente entregada. Me la quedo mirando.
–Espero que te haya quedado claro.
Ella se sonroja. No le dejo decir nada. La vuelvo a besar. Y aprovecho para estrujar sus pechos un poco más. Luego estamos abrazados un rato. Sin prisa. No dice una palabra. Pero hay una sonrisa en su rostro enrojecido. Quizás Shi esté esperando, pero no le importará. Hay tiempo también para ella. Ahora es diferente.
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Shi se abalanza sobre mí. Mis manos contra la cama, agarradas por las suyas. Sus ojos mirándome. Su sonrisa, desafiante.
–Seguro que te has aprovechado de las chicas. Es hora de que recibas tu merecido– me amenaza.
–Soy culpable. Aceptaré mi castigo– me rindo sin oponer resistencia.
Ella sonríe y me besa. Antes de cabalgarme. Con intensidad a veces. Otras con dulzura. Cuando se corre, se separe y me besa todo el cuerpo un par de minutos. Luego vuelve ponerse sobre mí. De frente. De espaldas. De lado.
Sus pequeños pechos oscilando son obscenos. Sus nalgas, no lo son menos. Sus gemidos, estimulantes. Sus besos, deliciosos.
Acabamos abrazados. Ella sobre mí. Sin querer partir el uno del otro.
–Song me lo ha contado. Luego nos llamas a todas– se despide finalmente de mí.
Así que me follo a Ning, Rui y Bronceada. A Rong la dejo para mañana. Seguiré experimentando con ella.
Las hago servirme. Las tres chupando mi miembro. Luego una cabalgando y las otras dos besando mi cuerpo o mis labios. Mientras, mis manos juegas con los pechos de una u otra. Con sus vaginas. Parece que Bronceada sigue servicial.
Las lleno una a una. Y luego les hago limpiar un poco la habitación. Mi miembro incluido.