Al lado, Mu Suiyuan temblaba de ira y miraba fijamente a Ye Shitian, deseando poder abofetear a ese pequeño bastardo hasta la muerte.
—¡Ye Shitian! —Mu Feng, que estaba a su lado, gritó furioso—. ¡Hoy te mataré!
Ye Chen echó un vistazo a Mu Feng y lo ignoró. Sin embargo, su expresión estaba llena de desdén.
¡Mu Feng nunca había sido tratado con tanta frialdad!
—¡Ye Shitian!
—¡Cómo te atreves a insultar a nuestra secta! ¡Hoy, pelearemos hasta la muerte!
—Ye Shitian, ¿cómo te atreves a tocar a la Señorita Beigong Ziyu! Tú, un despreciable de un plano marcial de bajo nivel, solo espera a que pongamos nuestras manos sobre ti. ¡Te dejaremos lisiado y te entregaremos a nuestro Hermano Mayor! —Muchos discípulos de la Secta Jindao rugieron furiosamente. Era como si Ye Shitian hubiera humillado personalmente a cada uno de ellos.
—¡Un montón de idiotas! —Ziyu, ¿cómo funciona esta competencia?