Maldita sea, lo extraño tanto, me doy cuenta al mirar la fotografía en mi mano.
Me recompuse y bajé suavemente el frágil objeto en la parte superior de la alfombra y limpié las lágrimas en mis mejillas con el dorso de mis palmas.
—Deja de llorar ahora. As no querría ver esas lágrimas en tus ojos —dijo una parte de mi cerebro e instantáneamente dejé de llorar.
Tomando un respiro profundo, continué rebuscando dentro de la caja en busca de otros objetos valiosos hasta encontrarme con un grueso cuaderno de dibujos.
Con los ojos bien abiertos, observé el cuaderno de dibujos con creciente curiosidad mientras lo acomodaba sobre mi regazo. Después de pasar la portada, el primer dibujo que vi fue un dibujo a color de mí misma.
Un suspiro de sorpresa se escapa de mis labios.
Fue la noche de la fiesta en la que me presentaron como Beatrix Crawford al público.