—Leane... —El nombre se escapó de los labios de Caña. No creía que volvería a verla nunca más.
Por un momento, se sobresaltó. Incluso olvidó el hecho de que todo lo que estaba viendo en ese momento no era real. Que la mujer ante sus ojos no era su verdadera compañera predestinada.
La mirada en sus ojos. La forma en que se mordía el labio, cómo intentaba no llorar y también cómo ni siquiera intentaba acercarse a él como las otras dos impostoras que había conocido, haciendo que todo en ella pareciera surrealista.
En cambio, Leane trataba de alejarse de él, mantenía su distancia. Sus brazos rodeaban su vientre protectoramente y cuando Caña miró hacia abajo, vio su vientre embarazado, tal como la última vez que la vio.
Estaba tan embarazada como en su último momento antes de que le abrieran el estómago y sacaran a su hijo de ella.
Esta vista, este recuerdo, seguían siendo su peor pesadilla hasta ahora después de la muerte de sus hijas y la depresión de Iris.