Caña recordaba muy claramente el momento en que Iris dio a luz a sus gemelas, el olor de la sangre que era espeso en el aire, el cuerpo cálido de su pequeña bebé muerta, cómo sus labios se habían vuelto morados y ni siquiera tuvieron la oportunidad de escucharla llorar. El peso en sus brazos cuando tuvo que llevar a sus hijas muertas. El momento en que las enterró.
Todo…
Las emociones volvieron en avalancha y esta vez impactaron a Caña mil veces más fuerte, cuando recordó cómo Iris había sufrido por la pérdida de sus bebés. El vacío en sus ojos. La forma en que dijo que lo odiaba. Cuántas lágrimas derramó al perderlas. Cómo sus corazones sangraban, el dolor que nunca habían imaginado. La ira, los llantos, la soledad y la impotencia…
Esos sentimientos y momentos aún estaban grabados en la mente de Caña y nunca los olvidaría. No había forma de que pudiera olvidarlos.
Cómo su tristeza se convirtió en ira. Estaba enojado con todo, pero principalmente consigo mismo.