En el tranquilo pasillo del hospital, Mónica estaba envuelta en la bata blanca de Finn mientras se sentaba allí y esperaba en silencio.
Se decía a sí misma que su padre estaría bien y que tenía que creer en Finn y en su capacidad para salvar a su padre.
El tiempo pasaba, minuto a minuto. Era como si ella fuera la única que quedaba en todo el mundo, y estaba sola.
Después de mucho tiempo, tanto que Mónica sintió que su cuerpo se había enfriado, la luz de la sala de operaciones finalmente se apagó.
Después de eso, la puerta se abrió y Finn salió desde adentro.
Mónica lo miró desde lejos.
—Finn también la miró antes de asentir.
¿Ese asentimiento significaba que su padre estaba bien? —Sus ojos estaban un poco rojos.
Era cierto. En su corazón, cualquiera que pudiera salvar a su padre era la mejor persona del mundo.
Aunque Finn la odiara mucho, ella estaría agradecida con él.
—Finn se acercó a ella y dijo—, La vida de tu padre no está en peligro, pero…