La voz de Elsa era fría, sus palabras cortantes.
—¿Me estás culpando?
—Sí, te estoy culpando, Elsa. Eres responsable de todo. Cambiaste tu número y nunca me lo dijiste. Te envié mensajes constantemente, buscando tu perdón. Pero esos mensajes nunca fueron entregados. Me ignoraste, nunca te interesó saber cómo me estaba yendo estos días. ¿Sabes lo difícil que es alejarme de ti? No puedo dormir por las noches, maldita sea. No paro de pensar en ti. Y tú... Estabas lista para casarte con otro hombre, dejándome sufrir para siempre. No dejaré que eso ocurra.
Su confesión, cruda y cargada de emoción, dejó a Elsa tambaleándose de asombro. Pensaba que ella era la única que había estado sufriendo, pero se hizo evidente que Samuel también estaba soportando su propio tormento. Emociones inundaron su corazón, sobrepasándola.