Abigail permaneció inmóvil, su corazón latía como un tambor en su pecho. El shock y el horror inundaron sus venas, apretando cada fibra de su ser. El rostro antes familiar de Cristóbal, ahora retorcido de rabia, se cernía sobre ella, atormentando sus pensamientos y arrebatando su sensación de seguridad.
Por segunda vez en la misma noche, Cristóbal se había lanzado sobre ella y la había besado violentamente. ¿Qué le pasaba? ¿Perdió el miedo a ser descubierto? ¿Es que no sabía que tenía espías de su padre por todas partes a su alrededor?
El miedo la agarraba, una presión como de un tornillo apretándose alrededor de su garganta, impidiéndole respirar. Ella sabía bien las consecuencias que le sucederían a Cristóbal si los descubrían juntos. Su corazón se retorcía al pensar en que él fuera sometido a la ira de los guardias de su padre, y que la violencia fuera desatada sobre él.