Cuando Jasper se fue, Abigail dejó escapar un pequeño suspiro de alivio. Finalmente había logrado poner fin a la discusión.
Cristóbal se giró hacia ella y le tomó las manos. —¿Estás bien, Abigail? Lamento haberme enojado tanto.
Él, que siempre había luchado para decir lo siento, dijo la palabra sin esfuerzo, y él no estaba consciente de ello.
Abigail asintió, tratando de ocultarle su ansiedad y preocupación. Sus ojos aún estaban húmedos por las lágrimas. —Estoy bien. Solo quiero que mi madre esté bien.
Cristóbal pudo ver que ella todavía estaba angustiada. Sabía que la discusión la había afectado y lamentaba haber perdido los estribos. Simplemente, apretó sus manos suavemente.
—Sé que las cosas están difíciles en este momento, pero haré todo lo que pueda por tu madre —dijo él, su voz suave—. Tu madre es una mujer fuerte, una luchadora. Solo necesitamos ser fuertes por ella.