Cristóbal la estaba besando.
Abigail estaba conmocionada y olvidó reaccionar. No lo alejaba, pero tampoco lo besaba a cambio.
Su beso no era frío ni dominante, a diferencia de su actitud. Era apasionado y urgente, como si le estuviera diciendo algo que no había podido decir con palabras.
Abigail estaba perdiendo el control de sí misma. Quería ceder a él y fundirse en su calor. Pero mantuvo a raya su deseo y logró liberarse de su agarre.
—Cristóbal... um... —Sus palabras desaparecieron en su boca.
Esta vez, la besaba con más fuerza, más profundo, con una urgencia animal que le resultaba familiar. Un beso tan fervoroso sin duda llevaría a la intimidad definitiva, donde se perderían el uno en el otro.
¡Otra vez en la oficina!
Abigail estaba aterrada. Quería detenerlo. Antes de que pudiera retroceder, sus brazos estaban alrededor de ella, firmes y duros. Se sentía indefensa, deseando ceder; la oleada de deseo la había dejado sin fuerzas.