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El sol del domingo por la mañana se filtraba suavemente a través de los árboles, lanzando luz sobre la cabaña y despertando al grupo de su profundo y reparador sueño.
La caminata del día anterior había pasado factura a todos, y habían colapsado en sus camas la noche anterior, exhaustos pero eufóricos.
Tom fue el primero en despertar, su cuerpo protestaba por la hora temprana pero su mente ya estaba repasando las aventuras del fin de semana. Se volvió y observó a Lucy dormir por un momento, con una sonrisa asomándose en las comisuras de su boca.
Se veía pacífica, su rostro relajado, y no pudo evitar pensar en cómo había defendido su curso contra Jade el día anterior. El pensamiento lo hizo sonreír.
Su pequeña y valiente dama.
Ella había cambiado tanto, de evitar las confrontaciones a enfrentarlas de frente y negarse a retroceder.
—¿Por qué sonríes? —preguntó Lucy sin abrir los ojos, pero una sonrisa se dibujaba en sus labios.