La tarde del último día del mes, el horizonte se oscureció con las figuras de los guerreros Ellyrians. Los estudiantes y profesores, observando desde la seguridad de la barrera defensiva, no pudieron evitar temblar ante la abrumadora vista. Había mil soldados de nivel platino, cien de nivel diamante, veinte semidioses y cinco dioses, todos listos para atacar.
Johnathan se colocó en la línea del frente, su rostro sereno y tranquilo. Observó a los Ellyrians, evaluándolos. Entre ellos, cinco figuras se destacaban por encima de todas las demás.
Radon, un dios de una estrella con una imponente armadura de escamas negras, emanaba una presencia amenazante. Valan, un dios de dos estrellas, portaba un bastón incrustado de rubíes, cada uno pulsando con energía mágica. Tiamet, una diosa de tres estrellas, se destacaba con su aura violeta pulsante que parecía resonar con el propio mundo. Derion, un dios de cuatro estrellas, empunaba un arco de luz dorada, listo para disparar flechas de pura energía. Finalmente, Crion, un dios de cinco estrellas y líder de los cinco, miraba con sus fríos ojos plateados que parecían calcular cada movimiento.
Con una seña de Crion, los Ellyrians atacaron. Los soldados de nivel platino fueron los primeros en cargar, sus gritos de guerra llenando el aire. Johnathan, con una expresión calmada, extendió su mano. De ella, una esfera de luz brillante explotó, barriendo a los primeros soldados que se acercaban. Los estudiantes y profesores dentro de la barrera miraban con los ojos muy abiertos mientras cientos de soldados de nivel platino caían como si fueran hojas en un vendaval.
Sin darles tiempo para reaccionar, Johnathan avanzó. Usando su dominio del Arcánum y técnicas desconocidas, cada uno de sus movimientos era letal. La matanza fue rápida y eficiente. En menos de una hora, los soldados de nivel platino estaban exterminados.
A continuación, los de nivel diamante intentaron rodear a Johnathan, pero él simplemente los desarmó con su increíble velocidad y poder. Con cada enemigo que caía, los estudiantes y profesores observaban con una mezcla de asombro y temor. Johnathan parecía indiferente a la carnicería que estaba causando. Para él, estos no eran más que enemigos que debían ser derrotados.
Cuando los semidioses se unieron a la batalla, la lucha se intensificó. Sin embargo, Johnathan se mantuvo imperturbable. Incluso cuando estaba rodeado, se movía con una gracia y precisión asombrosas, esquivando y bloqueando cada ataque. Uno a uno, los semidioses cayeron, incapaces de romper su defensa.
Finalmente, llegó el turno de los dioses. Radon, el dios de una estrella, se abalanzó sobre Johnathan con un rugido feroz. Sin embargo, Johnathan se enfrentó a él con una sonrisa fría. Una lucha brutal se desató entre ellos, pero al final, Radon cayó, abatido por el increíble poder de Johnathan.
El choque de la caída de Radon envió ondas de shock a través de la línea de los Ellyrians y la academia. El primer dios había caído, pero quedaban cuatro más. Y aunque Johnathan parecía confiado, todos sabían que la verdadera batalla acababa de comenzar. Los dioses restantes, Valan, Tiamet, Derion y Crion, se preparaban para unirse a la batalla, sus rostros reflejaban la seriedad de la situación.
Así terminó el primer día de la guerra, con Johnathan, un niño de cinco años, parado sobre el cuerpo del primer dios caído. La academia quedó en silencio, todos asombrados y aterrados por el poder despiadado y abrumador de Johnathan.