En la azotea de una de las casas del asentamiento, uno de los vampiros jadeaba tratando de recuperar el aliento, mientras el otro no parecía cansado en absoluto. Su respiración era constante y no había ni una sola gota de sudor en su cuerpo. La situación parecía bastante ridícula, especialmente para el hombre que estaba frente a él.
—¡¿Qué está pasando?! —gritó Ronkin mientras señalaba a Quinn, que estaba allí con las manos detrás de la espalda—. Ni siquiera puedo tocarte. Se suponía que esta pelea de entrenamiento me daría un poco de confianza y ahora me siento como una completa mierda. ¿Acaso perdí toda mi habilidad para pelear o algo así?
Quinn soltó un gran suspiro mientras se acercaba.
—Dijiste que querías que te ayudara, ¿verdad? ¿Quieres ganar este torneo para conseguir dinero, verdad? —preguntó Quinn—. Entonces no debería simplemente dejarte pegarme. ¿Crees que tu oponente simplemente se quedará allí o esperará a que ataques?