Las runas se habían vuelto tan familiares para ella que Quylla podía verlas como notas en una partitura musical, cada una con su sonido, requiriendo un tempo diferente según el hechizo que debían producir.
Pronto pareció estar bailando con una pareja de sombras que intentaba acercarse pero la rozaba por un pelo.
Como había dicho Lith antes, Quylla era definitivamente una genio.
Había aprendido magia falsa de los libros cuando apenas tenía seis años y acababa de aprender a leer. Había logrado sobrevivir a pesar de que nadie le había explicado nada sobre las complejidades de los signos de manos, los acentos y los riesgos que implicaban los errores.
Había creado su primer hechizo por sí misma cuando tenía siete años, para ayudar a sus pacientes y nunca había dejado de mejorarlo a medida que descubría más sobre la magia. Quylla se había matriculado en el cuarto año de la academia cuando tenía solo doce años, compitiendo todo el tiempo con Lith por el primer lugar.