—Además, recuerda nunca revelar mis secretos ni los de tía Solus, o gente mala como la que los atacó a ustedes dos vendrá por nosotros. —Dijo Lith.
—Lo siento, tío. Prometo tener cuidado. —Leria apretó su mano, temiendo que algo pudiera sucederle a Lith por culpa de su boca grande.
Los niños habían pasado tanto tiempo en el Desierto que se habían olvidado de que era el único lugar además de su casa donde podían hablar libremente sobre su peculiar familia y amigos.
Lith revisó el camino adelante con Visión de Vida, notando cuántas cosas habían cambiado en los últimos diecinueve años. El paso constante de los carruajes entre su casa y el pueblo había alisado el camino antes áspero.
A lo lejos, pudo ver nuevos edificios construidos sobre tierras abandonadas infértiles. A veces, el silencio era interrumpido por el eco de un ruido tenue de Lutia que había sido llevado por el viento.