Por lo general, el invierno era la peor época del año para cualquier bestia, fueran mágicas o no. El frío, el hambre y las largas batallas por conseguir trozos de comida habían sido la norma durante años.
Para las mascotas, sin embargo, era la mejor temporada. Debido a la nieve y las tormentas, los niños pasaban la mayor parte del tiempo dentro de casa estudiando, dejando a Abominus y Ónix sin más que hacer que largas siestas.
Comían hasta saciarse y la comida les era entregada en bandeja de plata. Al caer la noche, cuando el viento aullaba y la temperatura bajaba en picado, se apoderaban de todo el espacio frente a la chimenea, exponiendo sus enormes vientres al calor de las llamas.
—¡Quítate de ahí, gordinflón! —Tista intentó y falló en hacer que Ónix le dejara un poco de espacio.
La Shyf simplemente maulló con una voz afligida, haciendo llorar a Aran.
—Deja de molestarla, malvada. Ella llegó aquí primero. —