El agua condensada goteando del techo aún no había formado charcos y la superficie de la roca era demasiado lisa para ser natural. Lith no necesitaba luz gracias a la Visión de Fuego y Acala gracias a un amuleto que poseía que hacía que sus ojos se volvieran verdes.
La cueva condujo a un túnel mucho más antiguo que formaba parte de una red de pasadizos que se extendían hacia abajo. Continuaron avanzando durante horas, deteniéndose solo para verificar la presencia de enemigos y trampas usando matrices de detección.
Acala pudo encontrar el camino gracias a las marcas impregnadas de maná que había dejado durante su primera visita, mientras que el cerebro de Lith trabajaba a toda marcha para dar sentido a los numerosos detalles contradictorios.
Solus escaneó el entorno con sentido de maná de vez en cuando, encontrando sólo insectos y musgo.