La vista de Nicole en su regazo, inmóvil con su cara pálida como el papel, como si ya no hubiera más sangre debajo de su piel, hizo temblar a Scarlett de miedo.
Podía imaginar lo aterradora que sería esta niña, hasta el punto de que decidió acabar con su vida. Se cortó las muñecas hasta quedar inconsciente porque casi se quedó sin sangre.
Si Nicole no recibía ayuda pronto, Scarlett estaba segura de que esta niña podría meterse en grandes problemas. Su vida podría estar en peligro. Podía sentir que el pulso de Nicole se debilitaba.
Todo el camino al hospital, Scarlett no dijo nada. Solo contenía las lágrimas en silencio mientras rezaba porque Nicole sobreviviera.
Dirigiéndose al hospital, que solo tomó unos minutos, se sintió como una eternidad para Scarlett.
—¿Puedes conducir rápido, James? Había olvidado cuántas veces había pedido a James que acelerara.
—Dos minutos, señora... —James respondió sin pestañear mientras presionaba el acelerador más a fondo.