—Entonces, ¿tú eres Rossa? —preguntó con una ceja levantada.
—No... ¡mierda! Maverick, más rápido... —Jeslyn no sabía por qué él estaba haciendo mucho mejor que la noche anterior. Su mente no podía pensar con claridad mientras él despertaba la avalancha de lujuria dentro de ella.
—¿Quizás olvidaste? ¿O tal vez... no lo estás diciendo? —Empujó sus dedos más profundo mientras su rostro se volvía frío.
—Ah... ¿Q-qué estás... hablando? —Jeslyn jadeaba fuertemente en este momento. Su circulación sanguínea había aumentado mientras intentaba recuperar el aliento. Su voz sonaba extrañamente baja, casi como un susurro.
Maverick la miró. Sus mejillas estaban sonrojadas. Sus ojos viajaron a sus pechos. Sus tetas estaban duras y puntiagudas, pero eso no era lo que le importaba. Era su latido del corazón. El caótico subir y bajar de su pecho.
Maverick cerró los ojos por un breve momento y cuando los abrió de nuevo, la ira en ellos fue reemplazada por una mirada en blanco.