- ¡Vaya! - se sorprendió Rhian viendo la lista - tan pequeño y ya tienes la clasificación para ser un príncipe niño, los demás tenemos que esperar al menos hasta los 13 años.
El chico se veía sinceramente admirado.
Eso no puso menos nerviosa Agatha, pero de repente una idea golpeó su mente y vio a Rhian como lo que era, un príncipe listo para ayudar a una persona en apuros.
- ¿Puedes quedarte junto a Jacob? - le preguntó a Rhian.
Se sujetó de su manga inconscientemente, mirándolo con desesperación.
Aunque solo lo habían conocido por 5 minutos, el chico parecía confiable.
No terminaba de agradarle, pero Agatha sabía que era por ser un chico, ella nunca se había llevado bien con los chicos.
Probablemente porque eran los más fuertes y entusiastas al tirarle piedras a ella y (si estaban juntas) a Sophie.
Pero Rhian no parecía alguien que le haría daño a un niño.
Hace un momento los había defendido, debería poder hacer algo tan simple como no dejar solo al niño, para evitar que se perdiera y los profesores manejaran el resto.
- Claro, estaremos juntos – Aceptó Rhian con una sonrisa encantadora - De todos modos, llegamos por el mismo canal, los que llegan por correo aéreo tenemos que estar juntos, ¿cierto campeón? - le ofreció el puño para que se lo chocara.
Jacob se lo quedó mirando, pero le devolvió el puño.
- No te creas mucho - dijo después de haberlo hecho - dejarte colgado hubiera sido de mala educación, pero iré contigo para no preocupar a Agatha, ni a mi hermana.
- ¿Y crees que esté preocupada? - preguntó Rhian.
Tenía curiosidad por ésta maravillosa hermana que parecía tener un puesto inamovible en el corazón de su hermanito.
El príncipe probablemente se sorprendería a un más si supiera que Sophie era la hermana de Jacob y Adam desde hace sólo un día.
- Definitivamente lo está - dijo Jacob mientras veía por el rabillo del ojo la pestaña de mensajes que tenía en su ventana azul.
Mostraba 20 mensajes de Sophie para que la llamara o que le contestara, y otros 5 de Adam que probablemente serían más si Sophie no hubiera mandado 20.
Jacob le pidió a Agatha que se agachara y le preguntó al oído si también tenía mensajes
El sistema de Agatha le avisó sobre los mensajes que se acumulaban en su bandeja por lo que le contestó a Jacob que sí.
Hasta que Jacob se lo preguntó no se había dado cuenta de que de hecho tenía 20 mensajes de Sophie también en su propia bandeja.
La pobre probablemente estaba histérica tanto por haber quedado en la escuela para brujas como porque su hermano estaría solo en la escuela para príncipes.
Después de todo había sido ella misma la que dedujo que separaban a los chicos de las chicas mientras aún estaban volando.
Le susurró a Jacob que recordara responderle a su hermana cuando tuviera una oportunidad, pero que no lo hiciera mientras realizaba otras actividades porque podría tener un accidente.
Luego de otra serie de consejos y advertencias, que al niño hacían recordar a su madre antes de dejarlo en la escuela, Agatha lo dejó irse por fin.
Una de las hadas guio a Jacob y a Rhian con los otros chicos.
Otras dos guiaron a Agatha frente al castillo de cristal.
Delante de ella, por encima de unas puertas doradas, se leían las siguientes palabras espejadas:
ESCUELA PARA LA ENSEÑANZA
DEL BIEN Y EL HECHIZO
Ágata vio su reflejo en las letras y respiró aliviada.
De alguna manera, el lago no solo la había secado, sino que había restaurado la mayor parte del trabajo de Sophie el día anterior.
Así que si bien no era una princesa al menos estaba decente.
Todas las chicas a su alrededor parecían mirarla...
No, no la miraban, no sería la palabra correcta, parecían menospreciarla.
Lo que le extrañó en gran medida.
Se suponía que era una escuela para las niñas y niños más amables y buenos, alguien que menosprecia a otros no parecía caer en la categoría de "buena persona".
Esas chicas parecían de todo, menos amables.
Una en especial la miraba como si no debiera estar ahí.
Y aunque no debería hasta donde ella sabía, no parecía demostrarlo a tal medida.
Hasta que repentinamente lo entendió, si las hadas la vieron con Rhian probablemente ellas también.
Agatha lanzo una mirada de súplica al cielo preguntándose "¿porque a mí?".
Era obvio que todas esas chicas estaban celosas, porque ella había sido la primera en hablar con un príncipe.
¿Que sonaba arrogante de su parte pensar así?
sí
¿Tenía dudas de que fuera eso?
Ninguna
¿Que cómo lo sabía?
Su mejor amiga era una princesa.
Sabía perfectamente cómo hubiera reaccionado Sophie al menos hace unos días por algo así.
Pero Sophie eran mucho más amable y comprensiva que cualquiera de estas chicas.
Ella no la hubiera mirado con menosprecio.
Le hubiera dicho directamente que el chico estaría en mejores manos con ella, y que se lo presentara, ya que a Agatha nunca le habían interesado.
Si, esa definitivamente habría sido la reacción de Sophie.
No menospreciarla, sino pedirle su apoyo para atrapar ella al chico.
Pensando en la Sophie de ayer.
Agatha estaba segura de que antes de arrojarse al chico, le preguntaría mil veces si de verdad no le gustaba, y diría que era un desperdicio que ni siquiera lo intentara.
Que hubiera sido utilizada, definitivamente, pero al menos hubiera sido sincera.
No estaría tratando de hacerla sentir mal solo para sentirse mejor ella.
Claro que, eso hubiera sido porque Sophie no necesitaba ayuda de nadie para sentirse mejor.
Siempre tuvo una autoestima muy alta, y es un pedestal del que nadie, no importa con cuánta fuerza haya tratado, ha podido tirarla.
Ágata cuadró los hombros subió la cabeza, metió el vientre, y siguió todas las instrucciones de la canción que le había cantado su amiga ayer por la tarde a ella y a sus hermanos.
El cuento era algo cursi, pero le agradó que tratara de dos amigas de mundos distintos, en lugar de solo romance.
Ella no era una princesa, pero no dejaría que las otras chicas lo supieran.
Como le había contado en uno de sus cuentos Sophie ayer, nadie podía hacerla sentir inferior sin que ella se lo permitiera.
Avanzó recta y con la cabeza en alto hacia donde las hadas la guiaban y rezó a los cielos para poder encontrarse con los 3 hermanos pronto.
Por fin una de las chicas se acercó; el cabello dorado le llegaba hasta la cintura, sus labios eran carnosos y sus ojos color ámbar. Era tan bonita que parecía irreal.
—Hola, me llamo Beatrix—dijo con dulzura—. No entendí tu nombre.
—Será porque nunca te lo dije—respondió Agatha, con la mirada clavada en los ojos de la chica que se hacía llamar Beatrix.
—¿Estás segura de que estás en el lugar correcto? —preguntó Beatrix, con más dulzura todavía.
—Yo…- fue a contestar Agatha, pero le interrumpió.
—Tal vez nadaste hacia la escuela equivocada —indicó Beatrix con una sonrisa.
Agatha clavó la mirada en los ojos deslumbrantes de Beatrix.
—Esta es la Escuela del Bien, ¿verdad? ¿La legendaria escuela para niñas maravillosas y dignas que están destinadas a ser princesas?
—Ah—dijo Beatrix, frunciendo los labios—. ¿Entonces no estás perdida?
—¿O confundida? —aportó otra muchacha de piel aceitunada y pelo color azabache.
—¿O ciega? —propuso una tercera, con marcados rizos color negro rubí.
—En ese caso, seguramente tendrás tu pase para el Metro Floral —dijo Beatrix.
Agatha pestañeó.
—¿Mi qué?
—Tu boleto para el Metro Floral —explicó Beatrix—. ¿Entiendes? Así fue como todas llegamos hasta aquí; solo las alumnas aceptadas oficialmente tienen boletos para el Metro Floral.
Las niñas, al unísono, levantaron grandes boletos dorados, donde estaban escritos sus nombres con letra caligráfica y aparecía el sello del director, con un cisne blanco y negro.
—¡Ahhh, ese pase para el Metro Floral! —dijo Agatha con tono irónico. - pues no, no lo tengo - dejó en claro Agatha - yo soy la lectora de este año - dio por toda explicación.
Las chicas abrieron los ojos y dejaron escapar un "¡oooh!" a coro.
- ¿y las lectoras no tienen pase? - preguntó la chica de rizos negro rubí.
Agatha negó con la cabeza.
- Como nos traen a la vez, tanto al alumno del mal, como el alumno del bien, viajamos juntos en el pájaro enorme - continuó Agatha con su explicación.
En el fondo le estaba agradeciendo 1000 veces al sistema por darle la información de los lectores.
- ¿Qué pasa con ese príncipe que llegó también el estínfalo? - no resistió a preguntar la chica con pelo azabache.
- dijo que tenía un gemelo malvado – comentó Agatha - imagino que por eso también los trajeron juntos.
- ¿Hay dos como él? - preguntó una chica.
Agatha habría podido jurar que en sus ojos se veían corazones.
- Acaba de decir que el otro es malvado - la reprendió otra chica.
- Oh - se deprimió la chica.
Aparentemente solo había oído la parte de "gemelo".
- Por aquí por favor - las interrumpió una voz.
Las chicas detuvieron el hostigamiento hacia Agatha y siguieron a la voz.
Venía de la dirección en la que estaba Agatha, por lo que ella fue la primera en la fila.
La chica estaba repasando mentalmente todos los pasos para ser princesa que mencionó Sophie.
El sistema le estaba ayudando, manteniendo la pantalla frente a ella con los pasos enumerados.
La voz de Sophie sonaba como si la estuviera cantando junto a ella:
hombros rectos
Vientre a dentro
el meñique
la barbilla
lentamente a todo mirarás.
estirando
avanzando
la sonrisa
no una risa
lo que sientes no podrás mostrar
Agatha la considera una canción muy superficial, aunque pegajosa, pero la historia era interesante.
—Bienvenidas, nuevas princesas —la saludó una ninfa flotadora de más de dos metros de estatura, mientras se movía hacia un costado para dejarle ver un vestíbulo tan magnífico que Agatha se quedó sin aliento—. Bienvenidas a la Escuela del Bien.
Al entrar por el pasillo las chicas vieron a los profesores alineados.
Juntos bordeaban las cuatro escaleras de caracol en el profundo vestíbulo de cristal, dos rosadas, dos azules, y arrojaban confeti a los alumnos nuevos.
Las profesoras lucían idénticos vestidos en diferentes colores: de cuello alto, con el emblema del cisne plateado centelleante sobre el corazón.
Cada una había agregado un detalle personal al vestido: incrustaciones de cristal, flores bordadas con cuentas y hasta un lazo de tul.
Los profesores, por otro lado, vestían finos trajes en un arcoíris de colores vivos, con chalecos en combinación, corbatas delgadas y pañuelos coloridos metidos en bolsillos bordados con el mismo cisne plateado.
Agatha enseguida se dio cuenta de que todos eran más atractivos que ningún adulto que ella hubiera visto jamás.
Hasta los profesores más veteranos eran tan elegantes que la intimidaban.
Agatha había intentado convencerse siempre de que la belleza era inútil porque era pasajera.
He aquí la prueba de que era eterna.
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