Las clases fueron aburridisimas, hasta que pude tirarme en el sofá de mi casa, fue que realmente pude sentir que respiraba. Ángela hoy había estado realmente hermosa, Paco hablaba hasta por los codos y Paula me molestó, como si fuéramos amigas y eso se sintió bien, tengo que admitirlo.
Me quedo vagando en mis pensamientos, hasta que la puerta principal se abrió dejándome ver a la abuela con mi mamá a su lado, luciendo mejor de lo que se puede esperar.
— Hola— susurra Lorena con mi sonrisa tímida, no tiene vergüenza alguna mi progenitora.
— ¿Qué hace ella aquí?— le pregunto a la abuela, señalando a Lorena.
— Salió de un centro de rehabilitación y ahora vivirá aquí— dice la abuela dejando su bolso en el sofá mientras Lorena se sienta.
— Tú nunca aprendes, abuela— la reprendo y ella me mira fijo— Cuando te vuelva a robar para irse a drogar con mi padre, te darás cuenta que lo podrido ya no vuelve a lo de antes.
— Martina— me intenta reprender la abuela pero yo me voy a mí habitación.
Estoy bastante molesta, es más, estoy furiosa con Lorena por volver a nuestras vidas para dañar las paz que tanto nos ha costado construir. Desde que sé de la existencia de Lorena, he desarrollado rabia hacia ella, mirarla me dan náuseas y que esté cerca, me da desconfianza. Esto ya pasó en el pasado, Lorena diciendo que cambió para robarnos y volver con el negligente de mi padre, me da asco de solo recordarlo y saber que volverá a ocurrir.
La puerta de mi habitación se abre y veo a la abuela entrar y sentarse junto a mi, en mi cama.
— Martina— me llama ella y yo la miro— Se que tu mamá te ha lastimado de diversas formas pero esta vez está siendo sincera.
— Tú confías en ella porque es tu hija— le digo a la abuela— Pero para mí es más complicado que eso, necesito tiempo para siquiera pensar en ella y que no me de asco.
— Lo se, amor— dice la abuela besando mi mejilla— Tendrás el tiempo que necesites— y se va.