Con la extraña sensación que conlleva un deja vu, abrí los ojos encontrándome en un lugar completamente diferente al anterior. Estaba en un callejón oscuro, la lluvia caía sin cesar, sin embargo yo llevaba puesta una chaqueta que me permitía no resfriarme.
Comprobando en los bolsillos de la chaqueta, pude ver que tenía veinte libras, fueron un regalo del ser que me envió aquí. Fijándome mejor en el tamaño de mis manos y cuerpo en general, podía decir que había rejuvenecido hasta tener alrededor de diez años, perfecto, esto me permitiría asistir sin problemas a Hogwarts cuando cumpliera los once.
Reflexionando sobre lo que tenía que hacer para empezar, decidí que debería buscar un lugar en el que vivir y no morirme de hambre, después de un buen rato se me ocurrió una idea. En mi anterior vida había leído algunas historias creadas por fans de Harry Potter y, en una de ellas, recuerdo que el protagonista pudo sobrevivir alquilando una habitación en el Caldero Chorreante, el pub que contenía la entrada al Callejón Diagón, realizando tareas de limpieza y sirviendo bebidas. Era mi única opción en ese momento, así que decidí intentarlo.
Recordaba que el bar se encontraron en Charing Cross y, preguntando a los viandantes, no me costó mucho encontrarlo. Ciertamente no parecía el bar más frecuentado por magos de todo Londres si nos basábamos en el exterior, pero como dice el dicho, no te fiar de las apariencias.
Entré, llenándome de confianza. Si bien por el momento lo estaba asumiendo todo con calma, la verdad es que este asunto de la reencarnación aún me tenía un poco desconcertado y, pudiendo este bar ser considerado el primer paso hacia el mundo mágico, mi corazón latía con fuerza.
El interior estaba un poco sucio, pero se veía mucho mejor que la parte de fuera, pero eso no me distrajo mucho tiempo, pues vi algo que me hizo inspirar profundamente. Sillas moviéndose solas, jarras de cerveza que flotaban sin ningún tipo de soporte y una gran cantidad de personas vestidas con capas y túnicas, algunos leyendo el periódico, otros bebiendo y otros hablando de forma animada entre ellos.
Recuperándome del shock inicial, vi al tabernero, Tom, si no recordaba mal. Me dirigí hacia él preparando lo que querría decir. Me vio y no pareció sorprenderse de que un niño tan joven estaba en una taberna dirigida principalmente a los adultos.
-Bienvenido, qué desea? -me preguntó con una voz vieja.
-Saludos, vine aquí para pedir un trabajo, soy huérfano y no tengo adonde ir -respondí con calma, podía pensar en un par de formas de convencerlo si no aceptaba y, si aún así no me permitía trabajar en la taberna, siempre podría ir a una de las del Callejón Diagón.
Tom me miró, probablemente evaluando mi posible utilidad.
-Podría hacer eso, pero debemos discutir tu salario, no voy a pagarte mucho ... -me dijo, parecía que no habría problemas.
-No importa, lo único que deseo es suficiente como para comer y poder dormir aquí, además también me gustaría un pequeño salario para poder comprar los artículos necesarios para ir a Hogwarts una vez cumpla la edad requerida -ofrecí.
Tom pareció pensarlo un momento mientras tarareaba. Estaba seguro de que era un mago, la taberna en sí tenía hechizos para que los muggles no se fijaran y pasaran de largo.
-Está bien, es un buen trato, sin embargo deberás trabajar duro, tengo muchos clientes cada día y todos deben ser atendidos, no te preocupes por la limpieza, tengo otro trabajador aquí, creo que se alegrará de que su trabajo se reduzca a solo limpiar. La taberna abre a las once de la mañana, deberás estar aquí a esa hora, antes de eso puedes hacer lo que quieras. Además cerramos a las once de las noche, tendrás un espacio de una hora entre la una y las dos para almorzar y después de cerrar -me informé el viejo hombre.
Bueno, ciertamente era más de lo que había trabajado en mi vida, sin embargo no tenía problemas para funcionar con una rutina, de hecho funcionaba mejor así. Soy una persona madrugadora, más o menos me despierto a las 6-7 de la mañana, así que debería un buen rato para visitar las tiendas del Callejón Diagón, perfecto para mí.
Le asentí con la cabeza al tabernero y me dijo que empezaría al día siguiente, pues ya era tarde. me guió hasta la que sería mi habitación y me asenté. Estaba agotado por todos los acontecimientos del día, así que no tarde nada en quedar dormido.
Al día siguiente, me desperté con ganas de un nuevo día, bajé a desayunar, Tom ya estaba despierto y me preparó la comida. Le dije que pretendía visitar el Calle Diagón antes de que la taberna abriera y me respondí que no había ningún problema, pero que recordara llegar a tiempo.
Me acompañó a la parte de atrás y buscó el ladrillo necesario para abrir la puerta antes de tocar el susodicho con su varita. Observé fascinado como el resto de ladrillos de la pared se movían para formar una puerta con forma de arco, dejando ver una larga calle.
Nunca había visto nada tan impresionante, eran cerca de las siete y media de la mañana y, aún así, la calle estaba llena de gente moviéndose de arriba para abajo, conversando y admirando los artículos expuestos en los escaparates. Figuras que se movían, luces y demás espectáculos con magia que me confirmaron que había elegido el mundo ideal al que reencarnar.
Empecé a andar hacia el banco, Gringotts, quería hacer un cambio de las veinte libras a dinero mágico, me serviría para comprar algún libro y empezar a aprender los conceptos básicos de la magia, después de todo con mi deseo no sería demasiado difícil. Si no recordaba mal, veinte libras equivalían a unos cuatro galeones, suficiente por el momento.
No tarde demasiado en hacer la conversión, los duendes eran realmente eficaz a la hora de manejar el dinero y yo no tenía ninguna intención de ponerme a hablar con ellos, eran criaturas avaras y traidoras como se pudo apreciar en los libros, no me gustaban nada .
Nada más terminar la transacción, me dirigí a Flourish y Blotts, los libros eran mucho más baratos de lo que me esperaba, un libro en el mundo muggle no era para nada barato y con veinte libras me esperaba poder comprar uno o, como máximo, dos, sin embargo la mayoría de libros costaban unos siete sickles, los más caros llegaban a los quince sickles. Haciendo los cálculos, un libro normal costaría unas dos o tres libras, mucho más barato que en el mundo muggle.
Empecé a ver libros, quería comprar los básicos para los temas que consideraba más importantes: Pociones, encantamientos, transformaciones, defensa contra las artes oscuras y un libro introductorio a las artes mentales.
Si bien aún habría muchas cosas que no podría practicar hasta que tuviera una varita y para pociones no podría hacer nada más que memorizar recetas hasta llegar a Hogwarts, siempre ayudaba tener los conceptos básicos antes de empezar a practicar algo.
Lo que realmente me interesaba eran las artes mentales, la legeremancia era un arte extremadamente poderoso si se usaba correctamente y, con mi nuevo talento, estaba seguro de que no tardaría en comprender todo el libro y poder empezar a formar mis propias defensas de oclumancia.
En total me costaron treinta y ocho hoces, por lo tanto aún me quedaban treinta más que guardaría por si acaso, ya se sabe que hombre precavido vale por dos.
Me estuve mirando las demás tiendas por simple curiosidad. La tienda en la que vendía materiales para pociones fue increíble, teniendo una gran variedad de artículos de criaturas extrañas, por ejemplo fibras de corazón de dragón.
Recordando acerca de las criaturas mágicas, se me vino a la mente mi favorita.
- "Definitivamente voy a conseguir uno de esos, sin embargo antes deberé aprender la aparición" -pensé con resolución.
Al final, el tiempo pasó y ya era hora de volver al Caldero Chorreante. Pasé un día entero sirviendo a los diferentes magos y brujas. Una de las ventajas de ser camarero es que puedes escuchar conversaciones, en este caso los temas iban desde temas del ministerio de magia, mientras discutían acerca de sus diferentes departamentos, hasta cosas tan mundanas como que tenían gnomos en el jardín y que tendrían que llamar un profesional.
El día se fue rápidamente y, antes de darme cuenta, ya se estaba cerrando el local. Cené y me fui a mi habitación, era hora de empezar a leer los libros que había comprado.
Empecé el primero sobre encantamientos, fue entonces que noté el verdadero potencial de mi deseo. Pasaba páginas a gran velocidad, prácticamente leyendo en diagonal el libro, lo acabé en unos veinte y ya me había aprendido todas las recetas que constaban en él. Sin embargo no fue solo esto, el potencial de mi deseo radicaba en la capacidad de comprender cosas a raíz de otras. Había comprendido más o menos qué efectos tenían la mayoría de los ingredientes a la hora de hacer pociones, aunque no lo podría comprobar hasta llegar a Hogwarts, estaba bastante seguro de ello.
Entonces cogí el siguiente libro, el de encantamientos y pasó lo mismo, en quince ya conocía todos los hechizos que radicaban en él, sin embargo con este sería más difícil saber cómo influía el movimiento de varita y las palabras realizadas antes de lanzar el hechizo y no quería empezar a practicar magia sin varita antes de practicar con ella. Si bien la magia sin varita podía ser útil, siempre sería más débil que la usada con una herramienta para canalizar tu magia, es por eso que solo serviría para ocasiones en las que no pudieras usar la varita.
Continué leyendo todos los libros, transformaciones era una mezcla entre física y química, agregando magia a la mezcla, siempre se me dieron bien las ciencias, así que lo comprendí aún más rápido. Defensa contra las artes oscuras, sin embargo, no dijo nada especial, más que mencionar diversas criaturas peligrosas y cómo puedes defender de ellas, conocimiento bienvenido, pero no útil en ese momento.
Finalmente llegó el que más había esperado, las artes mentales. A este le puse más atención y, una vez terminado, tenía una idea general de cómo funcionaba la oclumancia, sin embargo en el libro explicaba que practicarla podría provocar daños al cerebro y que se debía tratar con el máximo cuidado posible.
No quería morir de nuevo, así que decidí dejarlo aparte hasta encontrar más información al respecto.
Ya era tarde, así que decidí acostarme, mañana me esperaba otro día de trabajo y debía estar en plena forma.