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49.15% Los hermanos Sonobe / Chapter 29: Líos amorosos

Chương 29: Líos amorosos

Habían trascurrido cinco días desde el incidente con Gianluca en el club, cinco días en los cuales el menor de los Sonobe no dejaba de insistirle por varios mensajes de texto junto a correos de voz que evidenciaban lo ebrio que se ponía cada noche al no obtener noticias de ella. Lo cierto es que el buzón de Adeline se encontraba lleno de persistentes suplicas a más no poder. Por otra parte, Gianluca no se atrevió a irrumpir en el penthouse sabiendo que lo único que tendría de la joven Strange sería un posible rechazo que aseguraba en destruirlo por completo. Prefería hacerlo de ese modo, pero manteniendo la duda en sí ella lo perdonaría tarde o temprano.

 Adeline no se perdía de ninguna nota de voz y menos de leer un mensaje de texto suyo. No obstante, seguía sin poder responderle o siquiera pensar en hacerlo.

Cada vez que lo escuchaba así de vulnerable, la turbaba... Ni ella misma comprendía porqué se sentía de ese forma. Por lo que arrojó nuevamente la contestadora contra la pared de su habitación, como si con eso la voz de Gianluca se desvaneciera con el aparato ahora destruido sobre el tapiz.

En eso, el Sr. Moriarty accedió al aposento de la joven con una tarjeta que tenía de reserva cuando casos por el estilo ameritaban tener que despojarla del sitio.

_ Bien, ya es hora de que salgas de esta cueva. Me sorprende como una universidad de tan alto prestigio permite que sus estudiantes dejen de asistir cuando se les dé la gana. _ Mientras limpiaba su lente dorado, fruncía el ceño en busca de una respuesta. _ Tú deberías hacer la diferencia jovencita y estando encerrada todo el día en esta habitación no hará que tu deber desaparezca. 

Escuchar a Moriarty diciendo eso, le causó un poco de gracia. Desde luego, esa no había sido la primera semana que no asistió a clases, de hecho si no fuera por el primer día y por aquella vez que Gianluca y ella terminaron en detención, su presencia en esa institución sería casi nula. Como su pasantía en el Royal Empiere Sonobe. Jean Paul, al igual que el menor de los Sonobe, la llamaba constantemente y dejaba la mensajería repleta de textos que expresaban cuanto la necesitaba y otros mensajes que sonaban propiamente a Jean Paul Sonobe, instando su presencia en la empresa, como también exigía verla de inmediato. El mayor de los Sonobe siempre exhortaba todo y por alguna extraña razón a ella le gustaba ir contra corriente cuando se trataba de él. Pero, también quería verlo y saber como sobrellevaba todo, a pesar de que ante cualquier situación aparentaba hacerse el ¨fuerte¨ ella sabía que también se derrumbaba por dentro.

Mientras que el hermano del medio, no había hecho acto de presencia de ningún modo. Se mantenía como lo que era, una incógnita. 

_ Bueno, así funciona. Con solo atribuir una cantidad exorbitante de dinero ya basta para tenerlos contentos. _ Comentó Adeline en un intento de amortiguar la situación. Aunque su tono no fue para nada convincente.

_ ¿Con cuál de los tres hermanos Sonobe tuviste líos?. _ Ajustando su lente, la señaló con su bastón negro.

¿Qué se supone que respondería? ¿Con los tres? No, eso sonaría bastante mal, así que optó por platicarle sobre el problema que aconteció con Gianluca.

Al terminar de conversarle todos los detalles, el Sr. Moriarty se rio. 

_ Conozco a la familia Sonobe desde hace mucho tiempo y he visto a esos jovencitos crecer. Y vaya que los tres son muy diferentes. Eventualmente, cada uno enfrenta a sus propios demonios con métodos distintos, unos en soledad y otros con humor y Gianluca es un sujeto que todo se lo toma con gracia, no me malinterpretes, él no está en lo correcto, pero cuando se trata de sobrevivir todos los métodos son aceptables. Llegará un momento decisivo en su vida, cuando tendrá que tomar la decisión en sí quitarse esa máscara que carga o perderte. La pregunta es... Y si se la quita, ¿te quedarás de igual modo?. _ Su pregunta provocó por parte de ella silencio total. Por ello, Moriarty sonrió, dejando sobre el escritorio un sobre con el sello de los Sonobe. _ No tienes que responderla aún, asiste a la cena a la que fuiste cordialmente invitada por la familia Sonobe. _ Dejando a una frustrada y confundida Adeline, el Sr. Moriarty se marchó del aposento.

Mirando de reojo el sobre, Adeline se apresuró a prepararse para la cena con la ayuda de un par de manos extras...

...

Los estilistas le otorgaron un look sumamente elegante y despampanante. Consistía en un vestido que poseía una prolongada capa brillante negra contigua a sus hombreras. El vestido era corto y ajustado a la silueta. Su tela era de seda, con tonalidad azul de oxford y profuso de brillos negros. Sus tacones hacían conjunto con el color de su vestido.

Su cabellera rubia, le caía como ondulaciones en sus caderas, formando un aspecto redondo en sus puntas. Su maquillaje resaltaba sus grandes ojos grises, sus labios fueron pintados de un tono rojizo y en su tez no se encontraba ni la más mínima imperfección.

Adeline les agradeció a los estilistas gentilmente, los cuales se marcharon totalmente entusiasmados, pero, ya Adeline había borrado aquella sonrisa afable de su rostro. Solo se limitó a contemplarse en el espejo, llena de dudas. Era la primera vez que se hallaba así de confundida. ¿Por qué esos tres hermanos la turbaban tanto?.

 Temía en los sucesos que podían acontecer en aquella cena, sobre todo, en decisiones que ella misma sabía que debía de tomar y que aún no se pudo atrever siquiera a pensar en hacerlo...

Bajando su gélida mirada del espejo, se dispuso a salir de su aposento para después descender por el ascensor, hasta llegar al primer piso, en donde el Sr. Moriarty aguardaba a su espera. Quién sonriendo de un modo paternal, la recibió.

_ Su carruaje espera mi querida musa. _ Haciendo un ademán con su manos hacia la salida, le guiñó un ojo.

La joven le devolvió la sonrisa, para luego encaminarse hacia la salida, en donde creyó que Blake la recibiría. No obstante, al llegar no era su chófer quien la esperaba con su ¨carruaje¨ sino, era el menor de los Sonobe. Se encontraba recostado en la puerta de un Renault Alpine color azul. Portaba un estilo desajustado completamente con el Gianluca Sonobe que ella conocía. Su cabello se encontraba despeinado, sus ojos de esmeraldas poseían bolsas moradas debajo de estos, sus labios se veían secos y rotos. Su camisa de vestir blanca, tenía las faldas por fuera y sus vaqueros, color café,  hacían conjunto con la tonalidad de sus zapatos. Cargaba una chaqueta de cuero café en su hombro y cuando se percató de la presencia de Adeline, sus ojos apagados, retomaron su brillo habitual.

Empezó a enfilar en dirección a ella y entre más se aproximaba, los latidos del corazón de Adeline se aceleraban con cada paso que él daba.

_ Estás deslumbrante. _ Halagó, acaparándola con sus ojos de esmeraldas. Adeline reparó en esa mirada exhausta y alicaída, lo cual quedó como evidencia el insomnio y la depresión en la que se sumió Gianluca en esos cinco días.

La joven retiró la mirada, agradeciendo por el cumplido. 

El menor de los Sonobe bajó la cabeza afligido por la respuesta tan gélida de ella.

Adeline caminó hasta el coche, seguida de un Gianluca que se apresuró en abrirle la puerta del copiloto. Para posteriormente, rodear el vehículo y adentrarse a este. Poniéndolo en marcha, se esfumaron del sitio.

Gianluca conducía más rápido de lo usual, había sobrepasado el límite de velocidad. Era ostensible que la ansiedad lo carcomía por dentro, las manos le temblaban sobre el volante y los ojos se encontraban rojizos. 

Adeline se percató de su estado, por lo que accionó de inmediato ubicando su mano sobre las de él. Ese gesto provocó que instantáneamente desacelerara y volviera a retomar el control que había perdido hace un momento. Gianluca apretó fuertemente las manos de Adeline y en todo el camino no se dignó a dejarlas ir.

A pesar de ello, Adeline las removió de ese acogimiento, cuando finalmente llegaron a su destino.

El hermano menor, no soportó más y salió corriendo del vehículo, dejando atrás un par de lágrimas en el camino.

Ella lo siguió, siendo llevada a un balcón en donde se apreciaba todo el panorama del jardín, lleno de laberintos, en el que fue guiada por Jean Pierre.

Ahí estaba Gianluca Sonobe, de espaldas, con un aspecto derrotado y vulnerable, con un semblante jamás visto por nadie, incluso por ella.

_ Es la primera vez que alguien me jode como tú lo haces... Nadie nunca ha tenido un poder tan inmenso y un control tan grande sobre mí como tú lo tienes ... Y es la primera vez que alguien no tiene las ansias de querer tenerlo. _ Gianluca se volteó, encarando a Adeline. _ Lo que hice estuvo mal, a mí ya no me interesan esas cosas desde que apareciste, es solo que tengo miedo, vivo con la inseguridad constante de que mis anhelos por tenerte, no sean recíprocos y de que algún día tú te vayas y me dejes. No podría soportarlo Adeline Strange, he creado una dependencia tan intensa hacia ti. Ante los demás, no soy visto como tú me ves y demonios, eres la primera persona que verdaderamente logró ver a través de mí y sin ti solo sé que estaré totalmente perdido... Por favor perdóname, te necesito, quédate a mi lado, te lo imploro... _ Gianluca se tomaba del cabello con frustración, mientras sus labios le temblaban y sus ojos se cerraban para evitar que las lágrimas salieran de allí.

El segundo hermano de los Sonobe, había salido por un poco de aire. Si bien, sus ojos de oro se habían desviado a observar el Renault Alpine de Gianluca. Advirtiendo en las puertas abiertas y en el motor aún encendido del coche. Su mirada se dirigió hacia unas escaleras de espiral que daban a un balcón, no tuvo que avanzar tanto para observar la escena que trascurría entre su hermano menor y Adeline en la terraza. 

Tensando la mandíbula y apretando los puños con recelo, observó el suceso ardiendo de celos por dentro.

Adeline no articuló palabra alguna, ni hizo intento por ir a donde él. Algo, o más bien alguien le impedía hacer eso, era como si la abnegará completamente de tenerle siquiera empatía.

Preso de la desesperación, Gianluca volcó una mesa con arreglos florares que generaron un estrépito al caer sobre el pavimento de obsidiana.

_ ¡Maldita sea! ¿Acaso no lo entiendes? ¿No ves como me torturas? No he podido dormir, ni comer, no he podido hacer ni un carajo y todo esto porque te la pasas día y noche metida en mi cabeza. _ Vociferó, dispersándose la mano sobre su rostro en modo de frustración. _ Las mujeres siempre han sido un juego para mí, solo eran múltiples fichas en un tablero que dominaba a mi antojo, para después solo desecharlas. Y ahora me encuentro siendo un peón en un juego que nunca me imaginé caer. Me tienes a tu merced Adeline Strange y deseo seguir siendo controlado por ti. _ El menor de los Sonobe se aproximó, acortando la distancia que los separaba. Sus ojos verdes fulguraban con intensidad al mirarla, anhelaba besarla, pero por más que fuera su mayor deseo, solo se conformó con abrazarla, aferrándose totalmente a ella. Aun cuando el abrazo no fue concernido, Gianluca se mantuvo acogiéndola entre sus brazos. Expresando a gritos que aunque no fuera correspondido, no importaría porque él seguiría jugando más partidas con tal de ganar su gélido corazón. 

Mientras que el segundo hermano de los Sonobe, retiró la mirada de la escena. No solo lo enfermaba de celos verla con otro hombre, sino, el dolor que sentía al presenciarlo lo mataba. Él sabía que ella sería su perdición y es que no puedes escoger como te lastiman, pero sí la persona que lo hace. Y Jean Pierre estaba dispuesto a ser lastimado todas las veces que fueran necesarias con tal de que aquella joven violinista fuera solamente suya. Bajando la cabeza, se adentró a la mansión profuso de celos y dolor.

Adeline se mantuvo sin abrazarlo, hasta que finalmente se apartó de él. 

_ Exijo estar en esa dichosa cena de la que tanto me habló la invitación, muero de hambre. _ Enarcando una ceja, Adeline formó una media sonrisa.

A pesar de ser un gesto insignificante, para el menor de los Sonobe lo significó todo. 

_ Sígame por favor, no queremos hacerla esperar más. _ Remojándose los labios, Gianluca adquirió su habitual tono frívolo de antes. 

El menor de los Sonobe, le extendió su antebrazo, el cual fue tomado por Adeline. Ambos enfilaron en dirección a la mansión, hasta que se adentraron en esta...


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