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72% ANIME LIFE DRAFT (Spanish Version) / Chapter 36: Ino Yamamoto 11

Chương 36: Ino Yamamoto 11

Era un completo caos.

—¡Págame mis mangas!

—¡Oye, ¿qué te pasa?! ¡¿Qué están haciendo?!

—¡Hey, ya sepárense!

—¡Oye, ¿qué le estás haciendo?!

—¡Guácala! ¡Tengo las manos todas asquerosas!

—¡Sí, perdón, pero ya mejor vámonos!

Izumi gritaba, Sotoka-san gritaba, yo gritaba…

—¡Págame mis mangas!

—¡Ya déjame en paz!

—¡Ya lárguense!

—¡Háblenle a la policía!

—¡Ya vámonos, Izumi-chan!

—¡Guácalaaaaaaaa!

Khanna-san no gritaba porque ella es rara y no tiene emociones, pero eso ya a nadie sorprende.

—Yamamoto-san, ¿estás bien?

—¡Cállate!

—Ok.

—¡AAAHHHHHHH!

—¡Págame mis mangas!

—¡¿Por qué no le hablas a un supervisor o algo?!

—¡Ya regrésense a la fila!

—¡Ya suélteme, viejo asqueroso!

—¡AAAAAGGGGGGG! ¡Mis ojos!

Yo hasta ataqué a alguien con aromatizante.

—¡Ya deja de rociar eso!

—¡Que alguien la detenga!

—¡Detenla tú!

—��Cállate!

—¡Cállate tú!

—¡Que me pagues mis mangas!

—¡Ya déjame en paz, por favor!

—¡Vámonos, vámonos, vámonos, vámonos!

Pero se lo tenía bien merecido.

—¡NO, SOTOKA-CHAN, ÉL ME DEBE MIS MANGAS!

—¡Ya vámonos! ¡Abre la puerta, Khanna-san!

—Ok.

—¡No, ciérrenla!

—¡No, que ya se vayan!

—¡No, que las agarren los policías!

—¡Tú cállate!

—¡AHHHHHHHHHHH! ¡MIS OJOS!

—¡Ay, santo Dios, están locas!

—¡Ya vámonos, Izumi-chan!

—¡PERO MIS MANGAS…!

—¡Ya déjala ahí; si no quiere venir que no venga!

—¡No dejen que se vayan!

—¡Bueno, ahí te quedas, Izumi-chan!

—¡ESPÉRAME, SOTOKA-CHAN!

—Ya nos vamos. Perdón, perdón, perdón por todo.

—¡Ya cállate y vete!

—¡¡¡¡ESPÉRAME, SOTOKA-CHAN!!!!

—¡Ciérrale a la puerta! ¡Que no entren!

Y yo corrí todo lo que pude, pero Izumi, Sotoka-san y Khanna-san corrieron más y me dejaron sola.

Bueno, como sea, no las necesito para llegar a la casa de Izumi.

Y mientras camino, déjame contarte todo desde el principio:

Era una mañana como todas las demás.

Como siempre, fuimos a casa de Izumi.

Como siempre, ella tenía su música horrible a todo volumen.

Y, como siempre, tocar el timbre no iba a servir de nada.

—¡Ya llegamos, Izumi-san! —gritó Sotoka-san.

—¡CHAN, DIME IZUMI-CHAN! —gritó Izumi desde dentro de su casa y corrió a abrirnos la puerta. Después de sus "¡SoTokA-cHaN, sOtOkA-ChAn! ¡Te QuIeRo Y tE aBrAzO y etcétera!" nos preguntó que si le ayudábamos a empacar unas cosas que había vendido por internet.

No teníamos nada mejor que hacer, así que ¿por qué no?

Caminamos por el pasillo, subimos las escaleras y caminamos por más pasillos.

Había menos adornos de los que recordaba.

Pero, bueno, entramos al cuarto de los papás de Izumi, y era tan grande y espacioso como el resto de la casa menos el cuarto de Izumi.

Y algo apestaba.

No mucho, pero apestaba.

Aunque el cuarto se veía muy limpio, por lo que pensé que la peste venía de otro lado.

—Esto es lo que vamos a empacar —dijo Izumi y señaló la cama. Por un momento me emocioné un poco porque pensé que esa era la segunda cama que Izumi había logrado vender. Pero no. Ella había vendido lo que había sobre la cama, que era un montón de ropa, libros, hojas de papel con guías de rastreo impresas y una pintura.

Estuve a punto de preguntarle por qué vendió una pintura, de dónde la sacó y quién compra pinturas por internet, pero si ella vendió su cama y se la compraron, entonces que venda una pintura no es tan raro, ¿o sí?

Y no es como que me importara. Ella podía vender lo que quisiera.

—Y vamos a usar esto —Izumi abrió el closet de sus papás, y entre toda la ropa colgada y los zapatos en el suelo había varias cajas, periódicos y de esos sobres tamaño carta que tienen papel burbuja dentro amontonados ahí.

Izumi agarró una caja, varios sobres y un periódico.

—Los libros solo métanlos en uno de los sobres, y ciérrenlos con cinta canela.

—Oye, Izumi-chan, ¿por qué hay tantas cajas y sobres en el clóset de tus papás? —preguntó Sotoka-san, y sí, era raro, pero no era lo más importante.

—¿Por qué apesta tanto? —pregunté y me tapé la nariz porque sí apestaba mucho.

—Y ¿dónde está la cinta canela? —preguntó Khanna-san algo que a nadie le importa porque es así de rara y aparentemente además de no tener sentimientos tampoco tenía sentido del olfato.

Tomó dos cajas y dos sobres del clóset, y los repartió conmigo, pero apenas los agarré me di cuenta de que eso era lo que apestaba.

—¡Guácala! ¡¿Qué te pasa, Khanna-san?! ¡¿Por qué me diste esto?! ¡Qué asco! —grité y solté lo que me dio Khanna-san; después me empecé a limpiar las manos en la ropa, y entonces recordé que era mi ropa y mejor me limpié las manos en su ropa, aunque si ella agarraba cajas sucias como si nada, a lo mejor su ropa también estaba sucia, así que mejor me limpié las manos en las sábanas que había en la cama de los papás de Izumi.

Eran muy suaves, y de seguro eran caras.

Pero estaban limpias.

—Necesitamos las cajas para empacar las cosas —dijo Khanna-san tan inexpresivamente como siempre—. Su olor es irrelevante.

—Y ¿de dónde sacaste las cajas, Izumi? ¿De la basura? —le pregunté a Izumi porque no tenía caso discutir con Khanna-san.

—Pues sí —dijo Izumi como si eso no fuera asqueroso.

Tanto Sotoka-san y yo miramos a Izumi tanto sorprendidas como asustadas.

Y a Khanna-san no reaccionó porque es rara y no tiene emociones ni sentido del olfato ni aparentemente sentido común.

Es más rara que Izumi.

—¿Qué tiene? Aún sirven —preguntó Izumi como si esa fuera una razón válida. Estaban en la basura, y si estaban ahí era por algo—. Y luego luego te acostumbras al olor.

No, no es cierto; yo aún no me acostumbro a que tú siempre huelas a café, aunque ese olor no es tan malo, como el de sudor que siempre tienes, pero el de café es más potente, así que lo neutraliza un poco.

Pero aún no me acostumbro a tu olor, solo lo tolero.

—Sí, Izumi-san, pero no deberías agarrar cosas de la basura —por fin Sotoka-san se dignó en apoyarme.

—Es que las cajas cuestan dinero, Sotoka-chan, y con ese dinero me puedo comprar más mangas.

—Sí, pero ¿qué los clientes no se quejan del olor? —pregunté por obvias razones.

—No, después de venderles ya no les hablo.

Sí, yo haría lo mismo.

—Pero te han de reclamar, ¿no? —pregunté porque yo reclamaría; digo, ¿a quién se le ocurre mandar las cosas que vende en cajas que huelen a basura?

—Pues es que a lo que mando le echo de este —Izumi sacó una lata de aromatizante del clóset de sus papás.

—Pues échales más, que apestan —me acerqué a ella, le quité la lata y me puse a aromatizar todo el clóset.

—¡NO; TE LO VAS A ACABAR! —Izumi de repente se me lanzó encima como la loca que es y me trató de quitar la lata.

Pero yo no dejé de aromatizarlo todo.

—¡YA SUÉLTAME, IZUMI!

Y en el forcejeo a veces la aromaticé hasta a ella.

—¡AHHHHHHHHHHH! ¡YAMETE, KUDASAI! ¡HUELE BIEN FEO, Y TE LO VAS A ACABAR, Y LUEGO VOY A TENER QUE COMPRAR OTRO, Y CON ESO ME PODRÍA COMPRAR MÁS MANGAS!

—¡Ya sepárense! ¡Y ya deja de echar tanto spray, Ino-san! —Sotoka-san se nos acercó y trató de quitarme a Izumi de encima.

Pero era Izumi.

—¡AHHHHHHHHHHH! DŌSHITE, SOTOKA-CHAN?! ¡ELLA ES LA QUE ESTÁ ECHANDO UN BUEN DE SPRAY! ¡REGÁÑALA A ELLA!

—¡Ya suéltense! ¡Ayúdame, Khanna-san!

Y Khanna-san por fin se dignó a ayudarla a quitarme a Izumi de encima.

Y, en agradecimiento, yo dejé de aromatizarlo todo.

Pero me guardé la lata en el bolsillo de mi sudadera de Loveless, por si acaso.

Aunque en ese momento todo apestaba a aromatizante.

—Oye, Izumi-chan, y ¿no tienes cajas o sobres que no sean de la basura? —preguntó Sotoka-san irrelevantemente; aún si los tuviera, estaban guardados junto a cajas o sobres que sí venían de la basura, y de seguro ya se les impregnó el olor, el moho, las bacterias y quién-sabe-qué-más.

En mi opinión lo mejor sería quemar todas esas cajas y sobres y periódicos, lavar toda la ropa y los zapatos que había ahí mínimo dos veces, y limpiar a fondo todo el clóset.

Pero conociendo a Izumi, eso no va a pasar.

—Algunas son de los mangas que pido por internet, pero, sí, casi todas son de la basura, aunque las tengo que agarrar temprano, porque si no llegan unos señores que se enojan mucho y me dicen que esos botes son los de ellos. Aunque me gusta mucho buscar en la basura; es como buscar tesoros, y a veces los encuentro. La gente tira mucho manga. De hecho, varios mangas de los que tengo lo saqué de ahí.

Ok, ya nunca voy a entrar al cuarto de Izumi.

Y ya nunca me voy a acercar a ella.

Bueno, nunca me le acercaba, pero ahora menos.

Mínimo dos metros de distancia en todo momento.

Y, ahora que lo pienso, me sorprende que ella no huela a basura también.

—Bueno, pues no sé ustedes, niñas—

—Somos adolescentes, no niñas —me interrumpe Khanna-san maleducadamente.

¡Maleducada!

La miré como si le dijera: "me vale. Cállate; es solo una frase. ¡Dios, eres tan estúpida!" y continué:

—Bueno, pues no sé ustedes, niñas, pero yo no voy a tocar esas cajas asquerosas —dije y me salí del cuarto, bajé las escaleras y me acosté en uno de los sillones de la sala.

Era tan cómodo que me quedé dormida.

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—¿Está dormida?

—Creo que sí.

—Hay que pintarle la cara.

—No, Izumi-sa—

—¡CHAN, CH—

—No grites.

—Pues dime Izumi-chan.

—Oigan, y ¿si vamos a mandar los paquetes mientras ella duerme?

—Bueno, pero primero hay que rayarle la cara.

—No le vamos a rayar nada.

—¿Por qué no? Le ponemos "ANIME LIFE daisuki desu!"

—Que no le vamos a rayar nada.

—Sí, no hay que molestarla.

—Muy tarde —dije yo, aún con los ojos cerrados.

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Salimos de casa de Izumi, y hacía mucho calor.

Izumi cargaba una bolsa de viaje que parecía muy pesada.

De seguro ahí estaban los paquetes.

Y de seguro aún apestaban.

Caminamos por las calles sin decirnos nada.

Bueno, Izumi cantó una canción muy mala que iba más o menos así:

—♫Sotoka-chan, Sotoka-chan, me ayudó a empacar mis cosas♫

♫Voy a ganar, voy a ganar… mucho dinero♫

♫Voy a comprar, voy a comprar… un montón de manga♫

♫Y un café, y un café… para Sotoka-chan y Hanna-senpai♫

♫Pero nada para Ino porque no nos ayudó en nada y me echó spray en la cara, y de seguro ya se lo acabó, y voy a tener que comprar otro. Maldita Ino, eres una molestia, y con ese dinero pude haber comprado más mangas. ¡Págame esos mangas! ¡Págamelos!♫

Y Khanna-san no me dijo nada en todo el camino porque ella es rara y no tiene emociones ni sentido del olfato ni sentido común ni cosas qué decirme.

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Llegamos a paquetería Xpress®.

Pero había una fila enorme.

Nos formamos al final de la fila.

Y nos morimos de aburrimiento…

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—¡AAAAAAHHHHHHHHHHHH, YA NO AGUANTO! —gritó Izumi.

Solo habían pasado 5 minutos.

—¡KAMI-SAMA-CHAN, TASUKETE KUDASAI!

Todos los presentes miraron a Izumi con nerviosismo, extrañeza y una pizca de fastidio.

—Ya no grites, Izumi-chan; nos van a sacar.

—Pero es que ya se tardaron mucho, Sotoka-chan —dice Izumi con ese tonito de berrinche que usan los niños—. Siempre que vengo está solo, y nomás les tengo que dar los paquetes y ya.

—Bueno, pues deja veo si puedo hacer algo —dijo Sotoka-san y se acercó al único empleado que había.

Sí, solo uno, y sí, por eso la fila era tan larga.

—Oiga, si nuestros paquetes ya traen la guía de seguimiento, ¿se los podemos dejar aquí y ya?

—Mejor espérense porque los tengo que dar de alta en el sistema y me faltan todos esos —el empleado señaló unas pilas enormes de paquetes que había del otro lado del local; después se volvió hacia el cliente que ya estaba atendiendo—. Entonces, ¿me puede dar los datos de quien recibe el paquete?

—Sí, a ver —el cliente sacó su celular y le dio el nombre, la dirección, el código postal, la ciudad, el estado, el país y quién-sabe-qué-más de quien recibía el paquete.

Y el empleado los tecleó en la computadora.

—¿El apellido es Fukushima o Fujushima?

—Fukushima.

—Muy bien. Fu-ku-shi-ma —deletreó el empleado mientras tecleaba—. Perfecto, y ¿la dirección es correcta? No me aparece en el sistema.

—¡RÁPIDO! —gritó Izumi, y todos volvieron a mirarla feo.

—Pues según yo sí —dijo el cliente.

—A ver, voy a repetírsela para corroborarla, es —y le dijo una dirección con código postal y todo.

—Sí, pero el código postal es XXXXX y no XXXXY. Y el nombre de la calle es XXXXXXXXXXXXXXXX en vez de XXXXXYXXXXXXZXXXXX.

—Ok, una disculpa. Deje lo corrijo todo. Un momento por favor —y el empleado se puso a teclear todo de nuevo.

—¡AHHHHHHHHHHHHH! ¡RÁPIDO!

—¿Podrías guardar silencio, por favor? En un momento las atiendo —mintió descaradamente el empleado—. Ahora ¿me podría proporcionar sus datos?

Y el cliente le dio sus datos, y el empleado volvió a escribirlos mal y los tuvo que revisar de nuevo, e Izumi gritó como tres veces más y volvieron a callarla como tres veces más.

—Si sigues gritando, ya no las voy a atender —nos amenazó el lento empleado, y luego tomó una cinta métrica, midió el alto, el ancho y la altura del paquete y los anotó en la computadora.

Después colocó el paquete en una báscula y anotó el resultado en la computadora.

Izumi quería gritar, pero hacía todo lo posible por aguantarse.

Y había como 8 clientes delante de nosotras.

No iba a aguantar mucho.

—Ahora tenemos el servicio regular, que estaría tardando de 3 a 5 días hábiles, y le costaría ¥925.14; el servicio Xpress®, que estaría tardando de 1 a 2 días hábiles, y le costaría ¥1,429.81 y el servicio Xtra® Xpress®, que estaría llegando mañana, y le costaría ¥1,729.52.

—No, el regular está bien.

—Perfecto, entonces serían ¥425.14.

El cliente sacó un billete de ¥2,000.

—Muy bien, recibo ¥2,000. En un momento le doy su cambio.

El empleado abrió la caja registradora, guardó los ¥2,000 y reunió el cambio de… lo que sea que le sobraba.

—Son ¥XX.XX de cambio. ¿Algo más en lo que le pueda ayudar?

—Sí, yo le di un billete de ¥2,000, y usted solo me dio esto —el cliente le mostró la mano y los ¥XX.XX

—¿En serio? ¿Me pagó con uno de ¥2,000? Discúlpeme. Entonces, ¿cuánto le debería dar de cambio?

—Kami-sama-chan, tasukete, kudasai —lo dijo Izumi lo dijo con infinita tristeza.

Y normalmente lo hubiera disfrutado más que ninguna otra cosa en este mundo, pero yo también estaba igual de resignada.

Pero el empleado y el cliente resolvieron su problema con el cambio.

—Muchas gracias —dijo el cliente.

—Gracias a usted —dijo el empleado—. ¿Algo más que pueda hacer por usted?

—No, gracias.

—Muy bien, gracias por venir a paqueterías Xpress®. Vuelva pronto. Siguiente.

Y pasó el siguiente, y todo señalaba a que iba a pasar más o menos lo mismo que la vez pasada.

Ya cuando iban en la parte de la corrección de los datos del cliente, Izumi gritó:

—¡AY, YA ME HARTÉ! —se metió en la recepción, hizo a un lado al cajero— BAKA, BAKA, BAKAYARO! —le gritó y comenzó a teclear en la computadora.

Tecleaba muy, muy rápido.

—Señorita, no puede estar aquí, ya váyase —el empleado trató de empujar a Izumi fuera de la recepción.

Pero era Izumi. Ella empujó al empleado con facilidad y siguió tecleando.

—Ok, de de 3 a 5 días está en ¥873.24; de 1 a 2 días está en ¥1,258.76, y 1 día en ¥1,614.71. ¿Cuál quiere?

El cliente no sabía si contestar o no.

—¡¿CUÁL QUIERE?!

—Eh… e-el de un día, por favor.

E Izumi le cobró al cliente aun cuando el empleado trataba de forcejear con ella.

Definitivamente él no nos iba a recibir los paquetes.

A menos que…

Tomé la bolsa de viaje y la abrí.

Los paquetes que había ahí dentro olían a aromatizante y a basura y a podrido y a ¡guácala!

Pero aun así los agarré —ahora que lo recuerdo, apenas llegue a casa de Izumi, debo lavarme las manos— y los puse al lado de las pilas que el empleado aún no registraba.

—Ya no se los voy a recibir —el empleado seguía forcejeando con Izumi, pero me alcanzó a ver.

Entonces empecé a mezclar todos los paquetes.

Si no sabía cuáles eran los nuestros, no podía no registrarlos.

—¡Oye, no los mezcles, no! —gritó el empleado y se trató de acercar a mí, pero Izumi lo detuvo—. ¡Ah, alguien llame a la policía!

Y creo que alguien sí llamó a la policía.

Quizá por eso Sotoka-san se me acercó y me ayudó a mezclar los paquetes.

Y Khanna-san llegó después, pero ya casi habíamos acabado, y ella al final casi no hizo nada.

—¡Vámonos, Izumi-chan! —gritó Sotoka-san.

—¡Ok, Sotoka-chan! —Izumi por fin soltó al empleado y corrió hacia nosotras. Siguió corriendo sin mirar los paquetes que había en el suelo y:

Piso uno de sus paquetes.

Lo sé porque tenía forma de pintura. Con un enorme y reciente hoyo en medio.

—¡AAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH! —gritó Izumi—. ¡TODO ES TU CULPA! —le gritó al empleado, que apenas se estaba levantando del suelo—. ¡SI NOS HUBIERAS RECIBIDO LOS PAQUETES NADA DE ESTO HUBIERA PASADO, Y AHORA NO ME VAN A DAR NADA POR LA PINTURA, Y CON ESE DINERO ME IBA A COMPRAR MANGA –y quizá cápsulas de expresso–, Y POR TU CULPA YA NO VOY A PODER! ¡PÁGAME MIS MANGA!

Y a partir de aquí sucedió lo del principio del capítulo.

Yo aún sigo caminando, pero ya casi llego a casa de Izumi. Lo sé porque puedo oír su música horrible a lo lejos.

Y, ahora que lo pienso, el empleado de ahí puede distinguir nuestros paquetes fácilmente; son los únicos que apestan a aromatizante.

Pero, bueno, ese no es mi problema.


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