Daisy
Al bajarnos del avión, Alfred nos estaba esperando al lado de un auto.
—Conseguí una casa y no está tan lejos de aquí, señor.
—Está bien. Así está mejor, así Daisy y mi hija descansan.
Alfred me miró y sonrió.
—Tal parece que pasó mucho tiempo desde la última vez que la vi, mi señora. Se ve más radiante que nunca— sonrió, y miró a la niña—. ¿Es una niña?
—Así es. La princesita de John.
—Es muy pequeñita. Nunca había visto un bebé tan de cerca. Es muy hermosa. Dios la bendiga.
—Gracias, Alfred.
—Su nombre es Mia — dijo John, y lo miré.
—Algo me dice que lo haces con un mensaje subliminal, ¿Eh?
—Claro, Mia es mía— sonrió, y caminó al auto.
Aunque no lo admita, ya desde bebé es muy celoso con ella. Es tan lindo.
John me ayudó a subir al auto y se sentó con nosotras.
—Maneja despacio y con cuidado, Alfred.
—Sí, señor.
John se quedó viendo a Mia, y sonreí.
—¿Quieres cargarla, mi amor?
—Estoy sucio y no quiero ensuciarla más. Ya luego que me dé un buen baño, la cargaré.
Me siento culpable. Todo esto ocurrió por mi culpa. Yo he querido que él cambie; y literalmente lo obligué a hacerlo, y gracias a eso bajó la guardia. Él ha querido cambiar y ha puesto de su parte en hacerlo por nosotras, y no me gusta verlo cargado como está. Sabía desde un principio que estaba intentando domesticar una bestia, y sabía que no iba a ser fácil, aún así, ha mejorado y cambiado mucho. Estoy orgullosa del John de ahora, pero no puedo olvidar que todo lo que hizo en el pasado, lo perseguirá siempre. Lo único que puedo hacer por él es apoyarlo y no presionarlo más de lo que ya está. Quisiera hacer tanto, pero termino haciendo nada. Quiero demostrarle que puede contar conmigo, que podemos sobrepasar todo juntos. Sé que es peligroso, pero no podemos permitir que nuestra hija vuelva a estar en riesgo. Es el momento de acabar con todo lo que pueda representar un peligro para nuestra hija y para nosotros.
Al llegar a la casa, John se quedó hablando con Alfred y yo entré con Mia. Debo bañarla y alimentarla otra vez. Que suerte de que John pudo comprar todo lo necesario.
John
—Voy a comenzar a entrenar nuevamente a Daisy, así que necesito que mandes a buscar unos cuantos rifles de River. En la casa de seguridad hay unos cajones en el Sub. Quiero que los traigan. La guerra se va armar y quiero que todos estén preparados para ella. Recuerda dejar un auto en disposición, no tan lejos de aquí, también las mochilas de emergencia y provisiones por si la cosa se pone fea.
—¿Le enseñará a manejar un rifle, señor?
—Por supuesto. Contra la gente que nos enfrentamos, tenemos que estar bien preparados. Sé que ella va a lograr manejarlo. Su determinación siempre la he admirado, y con esta mala experiencia que tuvimos, sé que se va a poner para su número y hará las cosas bien.
—No la va a golpear, ¿verdad?
—No, ¿Cómo se te ocurre? Eso que pasó hace años no volverá a ocurrir. Sabes que no soy de golpear mujeres, y menos le haré eso a mí mujer.
—Es un alivio.
—Que vigilen bien la casa. Quiero que pongan trampas alrededor de la casa, también quiero que nos avisen de cualquier movimiento extraño que vean, ¿Estamos claros? Ahora no somos ella y yo, mi hija también está con nosotros; y por ambas soy capaz de despedazar a cualquiera. Espero que esta vez la gente que hayas contratado sea buena.
Entré a la casa y fui en busca de Daisy, pero al subir a la habitación, escuché que estaba bañando a la niña. No quería molestarlas, así que me fui al otro baño para poder quitarme esta peste a muerto que traía.
Luego de bañarme, entré a la habitación de vuelta y la niña estaba en el Moisés. Debo comprar todo lo que necesita todavía. Si la cargo lo más probable salga llorando, y Daisy se estaba bañando. Al verla tan tranquila, no pude evitar cargarla. La acosté en la cama y me recosté a su lado. Tiene mucho pelo en la cabeza, pero en las cejas no tiene mucho.
—Todo se te acumuló allá arriba, creo que tendrás que pintarlas cuando estés más grande — con mi dedo índice toqué sus mejillas, eran muy suaves y blandas —. Son iguales a las de tu mamá. Tu nariz y tu boquita también parecen mucho a las de ella. Eres pequeñita, dulzura— le toqué las manos y eran muy suavecitas y pequeñas también.
Al sentir mi dedo, ella lo apretó suavemente.
—Serás fuerte, estoy seguro. Me voy a encargar de que lo seas. Claro, y valiente como tu mamá. Lo que te prohíbo es que saques de ella su terquedad, lo demás puedes sacarlo— se quejó, y movió su cabecita—. Tienes prohibido quejarte de eso. Estás muy pequeña para una discusión todavía. Espera a crecer un poco— la sujeté, y la coloqué en mi pecho.
De verdad que es pequeña. Su piel emitía un calor agradable, y me acerqué a oler su pelo.
—Hueles bien, Mia. ¿Te gusta ese nombre que te escogí? Soy pésimo para eso de los nombres, pero me pareció adecuado, así recordarás que eres solo mía y de mamá. Si no la añado se molestará, y no quiero problemas con ella. Ya no seguiré hablando, mejor descansa. Me estás contagiando con tu sueño— me estaba sintiendo cansado y se me estaban cerrando los ojos.
Se sentía muy cómoda tenerla ahí.
Daisy
Es una lastima que no tenga teléfono ahora, o de lo contrario, lo grabaría. Jamás pensé ver a John así. Se veía tan tierno con Mia en su pecho. Ella se veía cómoda estando ahí. Debe sentirse igual de segura que yo, cuando estoy acostada en su pecho. Sentía ganas de llorar, pero de felicidad. Quiero atesorar este momento siempre.