Desperté con un dolor de cabeza insoportable. Estaba recostado en el pecho de Daisy y ella estaba dormida todavía. Al sentarme en la cama, recordé todo lo que había ocurrido anoche. ¿Yo realmente dije todo eso?
Me levanté y entré al baño. Esto sí es una vergüenza. Solté la lengua demás. ¿Qué ocurre contigo, John?
Me quedé un rato en el baño y no me atrevía a salir. Ella debe estar despierta ya. En primer lugar, ¿Por qué demonios me estoy escondiendo? No es como que pueda estar oculto eternamente. Al salir, ella se paró delante de la puerta.
—¿Estás huyendo de mi, John?
—Veo que ya estás despierta. ¿Cómo te sientes?
—Entonces ¿recuerdas lo que ocurrió anoche?
—No sé de qué hablas — carraspeé y caminé al armario.
—Estás queriendo cambiar el tema por lo avergonzado que debes de sentirte, ¿Me equivoco?
—No, no sé de qué hablas.
—Ya sabía que en tus sentidos jamás dirías las mismas cosas bonitas que dijiste anoche— sonrió extraño y entró al baño.
Dije muchas tonterías. ¿Cómo pude actuar así delante de ella?
Me quedé esperándola en la habitación, y cuando salió del baño, me miró.
—¿Aún no te has ido a esconder? — se desvistió delante de mí y caminó al armario.
—Anoche me dejé llevar por…
—Anda, di que te embriagaste con unos simples tragos. Admite algo al menos— me miró de reojo y rio.
—Sí, eso pasó. Si te puse en una situación incomoda, te pido disculpas.
—No precisamente. La situación incómoda es ahora, al enfrentarme a la realidad.
—¿Eso qué significa?
Se vistió y luego se giró.
—Voy a preparar el desayuno— salió de la habitación sin decir una palabra más.
¿Acaso está molesta por lo que pasó? Cualquiera lo estaría luego de haberse tenido que hacer cargo de un borracho loco y patético, dejando escapar todos sus pensamientos en voz alta. Bajé y me le quedé viendo, tratando de examinar si realmente estaba molesta, y efectivamente algo le pasaba. Estaba distraída, más cuando tiene algo en la cabeza, tiende a sacudir su pierna derecha. Es que no dejo de cagar las cosas con ella.
Entre tanto pensar y pensar, creí haber llegado a una conclusión. ¿Acaso le gusta ese tipo de cosas, y como ve que no soy ese tipo de persona, ahora está decepcionada?
—Tengo que salir un momento. Ya regreso.
—¿Me vas a dejar sola?
—Sí, vendré ya mismo. Desayuna antes que yo.
Subí a la habitación y me vestí adecuadamente para salir. Voy a confirmar si es eso realmente lo que le pasa.
Daisy
¿Y a este hombre que le dio con irse solo y con tanta prisa? Cada vez actúa más raro. Se fue sin siquiera desayunar.
Me quedé preparando el desayuno y mirando la hora. Quería esperar por él, pero el hambre me estaba ganando. Desayuné y luego de limpiar, me senté en la sala. Él no había llegado todavía y la ansiedad me estaba queriendo comer viva.
—Tu papi está actuando muy raro, mi cielo. Me pregunto ¿Qué estará haciendo en este momento?— acaricié mi barriga y me quedé hablándole a mi bebé por un rato.
Horas después llegó John y me levanté al verlo.
—¿Pensabas matarme de la preocupación?
—Lo siento, traté de darme prisa— se veía fatigado y su mirada estaba extraviada.
—¿Para qué existen los teléfonos, idiota?
—No me lo llevé, debe estar en la habitación.
—¡Eres un descuidado! Iré a prepararte algo de comer.
—Ve, y vístete.
—Pero debes comer algo.
—Luego lo hago. Solo, ve y vístete.
John
Ella subió a la habitación y se vistió; al terminar todo, bajó.
—¿Estoy bien así?
—Te ves muy linda con todo lo que te pongas.
—Creo que aún tienes el efecto de esos tragos encima.
—¿Tan seco y cortante soy?
—Muchas veces.
—Maldición, ni siquiera lo pensaste para responder.
—Lo siento—rio.
La traje al parque Hyde. Me dijeron que era un lugar muy especial, donde los turistas siempre vienen. Solo lo vi por fotos, no es algo que llame mucho mi atención, pero lo hice por ella. Daisy se veía feliz al ver el lugar, y a mi los nervios me estaban invadiendo.
Daisy
—Es un lugar muy bonito, John.
—Dicen que en el atardecer encienden la rueda de la fortuna.
—¿Y eso qué es?
—¿No sabes?
—No.
—Yo tampoco.
Reí por su sinceridad.
—Debe ser eso gigante que está por allá. ¿Puedes caminar?
—Sí, eso me haría bien.
Había muchas personas y parejas caminando de la mano y con sus hijos. Jamás había venido a un lugar tan bonito. El camino del parque era gigante y había varios árboles y luces que decoraban el lugar. Caminamos lentamente y él se veía nervioso. Por estar mirándolo, estuve a punto de tropezar con alguien, pero John se dio cuenta instantes antes y me jaló hacia él.
—Deberías estar pendiente a la vista, y no a esta cara amargada — me miró y sonrió.
—Gracias, John.
Siempre está pendiente de todo. Tiene buenos reflejos, incluso cuando está distraído.
—Es mejor que te mantengas aquí conmigo— me agarró la mano y seguimos caminando.
Ahora sí parecíamos una pareja. Sus manos estaban sudorosas. No sé si es que se siente mal o algo.
—¿Te sientes bien, John?
—Claro que sí— tartamudeó y sonrió.
Para mí está claro que algo le sucede. Él no es así. Seguimos caminando a paso lento y observándolo todo. Estuvimos cerca de la rueda de la fortuna y aún no era hora para que la abrieran, así que nos sentamos en un pequeña tienda y comimos algo.
—¿Hice algo malo ayer?— preguntó repentinamente.
—¿Por qué preguntas eso?
—Has estado actuando extraño y no me gusta ver que te sucede algo y no me dices.
No quiero hacerlo sentir mal. Yo me enamoré de él, aún sabiendo que no era el típico hombre romántico o cariñoso; aún así he sido muy egoísta y lo he presionado mucho. Creo que soy yo la culpable de su actitud y preocupación. Fui yo quien decidió aceptarlo así.
—Te he hecho preocupar, ¿Verdad?
—Claro que me preocupa lo que te pase. ¿Puedo saber qué hice mal esta vez?
—Nada, tú siempre eres él mismo. Los cambios durante el embarazo me ponen así, lo siento. No quería que por mi culpa, estuvieras preocupado o pensativo.
—No puedo evitarlo. ¿Puedo saber qué hice mal para no volverlo hacer?
—Ya te dije, no hiciste nada malo. El problema soy yo que he sido muy egoísta y te pongo en una situación difícil, y te exijo demasiado sin darme cuenta. Pero todo está bien— sonreí.
—No quiero que te cargues tú sola, eso le hace daño al bebé. Una carga compartida, dicen que es más liviana. Al menos, dime las cosas para que los tres estemos bien. Te he dicho que me gusta saber cuando la estoy cagando. Odio cometer muchos errores y no darme cuenta de ellos.
—Tú no has hecho nada malo, siempre soy yo quien exagera un poco las cosas. Ya no dañemos el día y sigamos disfrutando— sonreí y me levanté.
Seguimos caminando, hasta el atardecer. Se veía hermoso el paisaje. Cuando abrieron la rueda de la fortuna, nosotros entramos y estaba algo nerviosa; de hecho, creo que los dos lo estábamos. Nos quedamos viendo la vista de todo el parque desde arriba y era hermosa. De noche debería verse mucho más linda. La mano de John sujetó la mía y en mi dedo puso un anillo. Sus manos estaban temblorosas y no se atrevía a levantar la mirada. Era un anillo con un diamante en forma de corazón y color púrpura, mi color favorito. Mi corazón se aceleró al verlo. Era muy hermoso y me quedé contemplándolo. No podía creer que John fuera capaz de hacer eso.
—Se supone que te pregunte, pero no quiero arriesgarme a que me digas que no. Anoche te dije que solo te quería para mí y hablaba en serio. De hecho, todo lo que dije, a pesar de ser una cursilería demoníaca y grotesca de mi parte, fue la verdad. Ya sé que no soy el hombre perfecto, o el que tu deseabas tener, pero aquí estoy yo, para ser esa fastidiosa excepción. Soy un idiota para estas cosas y no puedo prometerte no equivocarme, porque conociéndome, la cagaré muy a menudo, pero te aseguro que voy a esforzarme a ser esa persona que quieres y de tratar de no cometer tantos errores. Realmente te quiero en mi vida y quiero que puedas sonreír como la mayoría del tiempo haces — llevó su mano a la nuca, como si eso fuera hacer que los nervios se le fueran. Me pareció un gesto muy tierno de su parte—. Yo te amo y no puedo ver una vida sin mi cosita y sin nuestro bebé. Ve ese anillo como una soga, porque acabo de amarrarla firmemente a mi cuello y al tuyo también, me tomé el atrevimiento de amarrarlo, por si acaso tratas de huir de mi — desvió la mirada.
Eso sonó como una confesión de un psicópata. Digno de él. ¿Cómo puede ser tan lindo? Llevé mi mano a su mentón y lo hice mirarme.
—Al menos mírame a la cara, cosito— reí, y él desvió la mirada—. Gracias por esto. No sabes lo feliz que soy en este momento, y más de poder escuchar esas dulces y lindas palabras de ti. Soy la mujer más feliz sobre la faz de la tierra. Tengo al hombre más lindo y tierno del mundo— reí—. Te amamos mucho, cosito. No voy a huir de ti, si no lo hice antes, ¿Por qué lo haré ahora? — entrelacé mi mano en su pelo y lo besé.
—Oye—carraspeó—. ¿Por qué no celebramos aquí y ahora?
—Ya sacaste las garras, ¿Eh?
—No sé, pero este lugar se ve cómodo, y estoy seguro que nos dará tiempo para un rapidín; además ahora eres mi prometida y debes compensarme por esos nervios que me provocaste.
—¿Y si nos descubren?
—¿Eso que importa? — entrelazó su mano en mi pelo y me besó.
Aún en estos momento, él no deja de pensar en eso.