Tải xuống ứng dụng
61.9% Hush-hush / Chapter 65: cap. 3

Chương 65: cap. 3

Mí mamá y yo vivimos en una casa rural entre los límites de la ciudad Coldwater y las regiones despobladas y remotas de Maine. De pie junto a cualquier ventana, es como echar un vistazo al pasado. Con un vasto y puro desierto en un lado, y campos rubios enmarcados por árboles de hojas verdes en el otro. Vivimos al final de Hawthorne Lane y estamos separados de nuestros vecinos más cercanos por una milla. Por la noche, con las luciérnagas iluminando de oro los árboles, y la 

fragancia de los cálidos y perfumados pinos abrumando el aire, no es difícil engañar a mi mente a creer que me he transportado a un siglo completamente diferente. Si inclino mi visión sólo un poco, puedo incluso imaginar un granero rojo y un pastoreo de ovejas.

Nuestra casa tiene pintura blanca, persianas azules, y un porche envolvente con un visible grado de inclinación a simple vista. Las ventanas son largas y estrechas, y protestan con un ruidoso y desagradable gemido cuando las abres. Mi papá solía decir que no había necesidad de instalar una alarma en la ventana de mi dormitorio, una broma secreta entre nosotros, ya que ambos sabíamos que difícilmente era la clase de hija que salía a escondidas. 

Mis padres se mudaron a esta casa de campo-evita-despilfarros-de-dinero poco antes de que naciera bajo la filosofía de que no puedes discutir con el amor a primera vista. Su sueño era simple: restaurar lentamente la casa a su encantadora condición del año 1771, y un día con un martillo harían una señal de cama-y-desayuno1 en el patio delantero y servirían la mejor langosta de toda la costa de Maine. El sueño se disolvió cuando mi papá fue asesinado una noche en el centro de Portland. 

Esta mañana fui dada de alta del hospital, y ahora estaba sola en mi habitación. Abrazando una almohada contra mi pecho, descansé mi espalda en la cama, mis ojos nostálgicamente trazando el collage de imágenes clavadas en un tablero de corcho en la pared. Había fotos de mis padres posando en la cima de la colina Raspberry, Vee modelando un desastre de traje de Gatúbela de spandex que cosió para Halloween hace unos años, mi foto del anuario de segundo año. Viendo nuestros rostros sonrientes, traté de engañarme a mí misma a creer que estaba a salvo ahora que estaba de vuelta en mi mundo. La verdad era, que nunca me había sentido segura y nunca tendría mi vida de vuelta hasta que pudiera recordar lo que había vivido durante los últimos cinco meses, sobretodo los últimos dos años y medio. 

Cinco meses parecían insignificantes en comparación a diecisiete años (me perdí mi decimoséptimo cumpleaños durante esas once interminables semanas) pero la brecha que faltante era todo lo que podía ver. Un enorme agujero en mi camino, bloqueándome el ver más allá de él. No tenía pasado, ni futuro. Sólo un enorme vacío que me obsesionaba. 

Las pruebas que el Dr. Howlett había ordenado habían resultado bien, muy bien. Por lo que nadie podía decir, a excepción de unos cuantas cortadas curándose y moretones, que mi salud física era tan estelar como había sido el día que desaparecí. 

Pero las cosas más profundas, las cosas invisibles, eran las partes de mi que yacían debajo de la superficie, fuera del alcance de cualquier prueba, con esas cosas encontré un vacilante poder para recuperarme. ¿Quién era yo ahora? ¿Qué me había pasado durante esos meses faltantes? ¿El trauma me había marcado de una manera que nunca entendería? O peor aún, ¿Nunca recuperarme de él? 

Mamá había impuesto una estricta política de no visitantes mientras estaba en el hospital, y el Dr. Howlett la había respaldado. Podía entender su preocupación, pero ahora que estaba en casa y lentamente me reintegraba a la familiaridad del mundo, no iba a dejar que mamá me sellara con su bien intencionado pero equivocado propósito de protegerme. Tal vez había cambiado, pero seguía siendo yo. Y lo único que quería ahora, era contarle todo a Vee. 

En la planta baja, tomé el BlackBerry de mamá del mostrador y lo llevé a mi habitación. Cuando había despertado en el cementerio, no había tenido mi teléfono celular conmigo, y hasta que consiguiera un reemplazo, su teléfono tendría que serlo. 

SOY NORA. ¿PUEDES HABLAR? 

Le envié un mensaje a Vee. Era tarde, y la mamá de Vee insistía en apagar las luces a las diez. Si llamaba, y su mamá escuchaba el sonido, podría significar 

una gran cantidad de problemas para Vee. Conociendo a la Sra. Sky, no creía que fuera indulgente, a pesar de la naturaleza especial de las circunstancias. 

Un momento después, el BlackBerry sonó. 

NENA?!?! ESTOY ENLOQUECIENDO. SOY UNA RUINA TOTAL. DÓNDE STAS? LLÁMAME A ESTE NÚMERO. 

Dejé el BlackBerry en mi regazo, masticando la punta de mí uña. No podía creer cuán nerviosa me sentía. Esta era Vee. Pero mejor amiga o no, no habíamos hablado en meses. No se sentía tanto tiempo en mi mente, pero ahí estaba. Pensando en los dos dichos ―la ausencia es al amor lo que el viento al aire, que apaga el pequeño y aviva el grande‖ contra ―ojos que no ven, corazón que no siente‖, definitivamente tenía esperanzas en el primero. 

A pesar de que estaba esperando la llamada de Vee, salté cuando el BlackBerry sonó. 

—¿Hola? ¿Hola? —Vee dijo. 

Escuchar su voz causó que mi garganta se cerrara con emoción. 

—¡Soy yo! —Me atraganté. 

—Ya era hora —resopló, pero su voz sonó gruesa y también emocional—. Estuve en el hospital todo el día de ayer, pero no me dejaron verte. Me salté corriendo la seguridad, pero llamaron el código noventa y nueve y me persiguieron. Me escoltaron con las manos esposadas, y por escoltado quiero decir que hubo una gran cantidad de patadas y malas palabras siendo lanzadas en ambas direcciones. A mi modo de verlo, el único criminal aquí es tu mamá. ¿Sin visitas? Soy tu mejor amiga, ¿o ella no recibió el memo cada año por los últimos once años? La próxima vez que termine así, me sentaré encima de esa mujer. 

En la oscuridad, sentí mis temblorosos labios agrietarse en una sonrisa. Apreté el teléfono contra mi pecho, dividida entre la risa y el llanto. Debería haber sabido que Vee no me defraudaría. El recuerdo de todo lo que había salido terriblemente mal desde que había despertado en el cementerio hace tres noches, fue rápidamente eclipsada por el simple hecho de que tenía la mejor amiga en el mundo. Tal vez todo lo demás había cambiado, pero mi relación con Vee era sólida como una roca. Éramos irrompibles. Nada podría cambiar eso. 

—Vee —Suspiré, un suspiro de alivio. Quería disfrutar la normalidad de este momento. Era tarde, se suponía que estábamos durmiendo, y aquí estábamos, 

charlando con las luces apagadas. El año pasado, la mamá de Vee había tirado su teléfono después de atraparla hablando conmigo después de apagar las luces. A la mañana siguiente, delante de todo el vecindario, Vee fue al basurero y se sumergió a buscarlo. A la fecha, usa ese teléfono. Nosotros lo llamamos Oscar, como Oscar el Gruñón.2 

—¿Te están dando medicamentos de calidad? —Vee preguntó—. Al parecer, el papá de Anthony Amowitz es farmacéutico, y probablemente podría conseguirte algunas cosas buenas. 

Mis cejas se levantaron en sorpresa. 

—¿Qué es esto? ¿Tú y Anthony? 

—Diablos, no. No de esa manera. He renunciado a los chicos. Si necesito romance, eso es para lo que está Netflix.3 

Lo creeré cuando lo vea, pensé con una sonrisa. 

—¿Dónde está mi mejor amiga y qué has hecho con ella? 

—Me estoy desintoxicando de chicos. Al igual que una dieta, sólo que es para mi salud emocional. No importa eso, voy para allá. —Vee continuó—. No he visto a mi mejor amiga en tres meses, y esta reunión por teléfono es una mierda. Chica, te mostraré el abrazo de oso. 

—Buena suerte con llegar más allá de mi mamá —le dije—. Ella es la nueva portavoz del helicóptero de la paternidad. 

—¡Esa mujer! —siseó Vee—. Estoy haciendo la señal de la cruz en este momento. 

Podríamos debatir sobre el estatus de mi mamá como una bruja otro día. En este momento, teníamos cosas más importantes que discutir. 

—Quiero un resumen de los días previos a mi secuestro, Vee —dije, llevando nuestra conversación a un nivel mucho más serio—. No puedo quitarme la sensación de que mi secuestro no fue al azar. Tuvieron que haber señales de advertencia, pero no puedo recordar ninguna de ellas. Mi doctor dijo que mi pérdida de memoria es temporal, pero mientras tanto, necesito que me digas adónde fui, qué hice, y con quien estuve esa última semana. Guíame. 

Vee tardó en contestar. 

—¿Estás segura de que es una buena idea? Es un poco pronto para que te estreses sobre esas cosas. Tu mamá me contó sobre la amnesia... 

—¿Es en serio? —la interrumpí—. ¿Estás del lado de mi mamá? 

—Vete al diablo —Vee murmuró, cediendo. 

Por los siguientes veinte minutos, relató todos los eventos durante la semana final. Cuanto más hablaba, sin embargo, más se hundía mi corazón. Sin llamadas telefónicas extrañas. Sin extraños merodeando inesperadamente en mi vida. Sin autos inusuales siguiéndonos por toda la ciudad. 

—¿Qué hay de la noche en que desaparecí? —pregunté, interrumpiéndola a mitad de una frase. 

—Fuimos al parque de diversiones de Delphic. Recuerdo haber comprado perritos calientes... y luego se desató el infierno. Escuché disparos y la gente comenzó a salir en estampida del parque. Regresé para encontrarte, pero ya no estabas. Me imaginé que habías hecho lo más inteligente y saliste corriendo. Sólo que no te encontré en el estacionamiento. Habría vuelto al interior del parque, pero la policía llegó y sacó a todo el mundo. Traté de decirles que podrías seguir dentro del parque, pero no estaban de humor. Obligaron a todos a ir a casa. Te llamé un trillón de veces, pero no respondiste. 

Sentí como si alguien me hubiera golpeado en el estómago. ¿Disparos? Delphic tenía una reputación, pero aún así. ¿Disparos? Era tan extraño, tan completamente indignante, que si nadie más que Vee me lo estuviera diciendo, no lo habría creído. 

Vee dijo: 

—Nunca te volví a ver. Más tarde me enteré acerca de la situación de rehenes. 

—¿Situación de rehenes? 

—Al parecer, el mismo psicópata que disparó en el parque, tomó rehenes en la sala de máquinas en la casa de la risa. Nadie sabe por qué. Con el tiempo te dejó ir y salió corriendo. 

Abrí mi boca, la cerré. Por fin había conseguido sorprenderme.  

—¿Qué? 

—La policía te encontró, consiguió tu declaración y te llevó a tu casa cerca de las dos de la mañana. Esa fue la última vez que alguien te vio. En cuanto al tipo que te tomó como rehén... nadie sabe lo que pasó con él. 

Justo en ese momento, todos los hilos se unieron en uno solo. 

—Debo haber sido tomada en mi casa —concluí, resolviéndolo a medida que seguía—. Después de las dos de la mañana, probablemente estaba dormida. El tipo que me tuvo de rehén debió haberme seguido a casa. Lo que sea que esperaba lograr en Delphic fue interrumpido, y regresó por mí. Debió haber irrumpido. 

—Esa es la cosa. No había señales de lucha. Las puertas y ventanas estaban todas bloqueadas. 

Masajeaba la parte baja de mi mano en mi frente. 

—¿La policía tiene alguna pista? Este tipo, quienquiera que fuera, no podría haber sido un completo fantasma. 

—Dijeron que lo más probable era que estuviera usando un nombre falso. Pero para lo que vale, les dijiste que su nombre era Rixon. 

—No conozco a nadie llamado Rixon. 

Vee suspiró. 

—Ese es el problema. Nadie lo sabe. —Se quedó un momento en silencio—. Aquí hay otra cosa. A veces creo que reconozco su nombre, pero cuando trato de recordarlo, mi mente se queda en blanco. Como si el recuerdo estuviera ahí, pero no pudiera recuperarlo. Casi como... hubiera un agujero donde su nombre debería de estar. Es la sensación más espeluznante. Me sigo diciendo a mí misma que tal vez es sólo que quiero recordarlo, ¿sabes? Como si lo recordara y ¡bingo! Tendríamos a nuestro chico malo. Y la policía podría arrestarlo. Demasiado simple, lo sé. Y ahora estoy sólo balbuceando. —Y luego, en voz baja dijo—: Aún así... podría jurar... 

La puerta de mi habitación se abrió, y mamá asomó la cabeza. 

—Me iré a la cama, es de noche. —Sus ojos viajaron al BlackBerry—. Se está haciendo tarde y ambas necesitamos dormir. —Esperó expectante, y capté su mensaje oculto. 

—Vee, me tengo que ir. Te llamaré mañana. 

—Envíale a la bruja mi amor. —Y colgó. 

—¿Necesitas algo? —Mamá preguntó, casualmente tomando el BlackBerry de mis manos—. ¿Agua? ¿Mantas extras? 

—No, estoy bien. Buenas noches, mamá. —Forcé una rápida pero tranquilizadora sonrisa. 

—¿Verificaste tus ventanas? 

—Tres veces. 

Cruzó la habitación y sacudió las cerraduras de todos modos. Cuando las encontró seguras, dejó escapar una risa débil. 

—No hace daño comprobar una vez más ¿verdad? Buenas noches, cariño — añadió, alisando mi cabello y besando mi frente. 

Después de que se fue, me acurruqué bajo mis sábanas y reflexioné sobre todo lo que había dicho Vee. Un tiroteo en Delphic, pero ¿por qué? ¿Qué esperaba llevar a cabo el tirador? ¿Y por qué, de las presumibles miles de personas en el parque esa noche, me había escogido a mí como su rehén? Tal vez fue pura mala suerte de mi lado, pero no se sentía correcto. El desconocido giró a través de mi cabeza hasta que estuve exhausta. Si tan sólo... Si tan sólo pudiera recordar. 

Bostezando, me acomodé para poder dormir. 

Quince minutos pasaron. Luego veinte. Permaneciendo sobre mi espalda, me quedé mirando hacia el techo, bizqueando un poco, tratando de sorprender a mi memoria y atraparla con la guardia baja. Cuando eso no produjo resultados, trate un acercamiento más directo. Golpeé mi cabeza contra la almohada, tratando de aflojar una imagen. Una línea de diálogo. Un olor que pudiera generar ideas. ¡Cualquier cosa! Pero rápidamente se hizo evidente que, más que cualquier cosa, iba a tener que conformarme con nada. 

Cuando salí del hospital esta mañana, estaba convencida de que mi memoria se había perdido para siempre. Pero con la cabeza despejada y con la peor de las conmociones, estaba comenzando a pensar lo contrario. Sentí, de forma aguda, un puente roto en mi mente, con la verdad al otro lado de la brecha. Si yo era responsable por derrumbar el puente como un mecanismo de defensa en contra del trauma que había sufrido durante mi secuestro, entonces seguramente podría reconstruirlo de nuevo. Sólo necesitaba encontrar la manera. 

Comenzando con el color negro. Profundo oscuro y sobrenatural negro. No le había dicho a nadie, pero el color se mantuvo cruzando por mi mente en los más extraños momentos. Cuando lo hacía, mi piel se estremecía placenteramente, y era como si pudiera sentir el color trazando un dedo tiernamente a lo largo de mi mandíbula, inclinando mi mentón hasta hacerle frente directamente. Sabía que era absurdo pensar que un color podría llegar a vivir, pero una o dos veces, estuve segura de haber atrapado un destello de algo más importante detrás del color. Un par de ojos. La manera en que me estudiaban me llegaba al corazón. 

Pero ¿cómo algo perdido en mi memoria durante este tiempo me causaba placer en lugar de dolor? 

Dejé escapar una lenta respiración. Sentía una urgencia desesperada de seguir el color, no importaba a dónde me llevara. Ansiaba encontrar esos ojos negros, estar de pie, cara a cara con ellos. Anhelaba saber a quién le pertenecían. El color tiró de mí, llamándome a seguirlo. Racionalmente, no tenía sentido. Pero la idea se atascó en mi cerebro. Sentí un hipnótico y obsesivo deseo de dejar que el color me guiara. Con un poderoso magnetismo que incluso la lógica no podía romper. 

Dejé que este deseo creciera dentro de mí hasta que vibró con fuerza bajo mi piel. Incómodamente caliente, luché con las mantas. Mi cabeza zumbada, daba vueltas. La intensidad del zumbido aumentó hasta que me estremecí con calor. Una extraña fiebre. 

El cementerio, pensé. Todo comenzó en el cementerio. La noche negra, neblina negra. Hierba negra, lápidas negras. El brillante río negro. Y un par de ojos negros observándome. No podía ignorar los destellos de negro, y no podía hacerlos dormir. No podría descansar hasta que actuara con ellos. 

Me levanté de la cama. Estiré una camisa tejida sobre mi cabeza, me metí en un par de pantalones, y me puse una chaqueta sobre mis hombros. Me detuve en la puerta de mi dormitorio. El pasillo estaba en silencio excepto por reverberante tictac del reloj de péndulo subiendo a la planta principal. La puerta de la habitación de mamá no estaba cerrada del todo, pero no había luz derramándose por la grieta. Si escuchaba lo suficientemente bien, podría distinguir el suave ronroneo de sus ronquidos. 

Me moví silenciosamente por las escaleras, tomé una linterna y la llave de la casa, y salí por la puerta trasera, temiendo que las chirriantes tablas en el porche delantero me pudieran revelar. Eso, y el oficial uniformado estacionado en la acera. Estaba ahí para distraer a los periodistas y a las cámaras, pero tenía 

la intención de que si me paseaba por el frente a esta hora, marcaría rápidamente al Detective Basso. 

Una pequeña voz en la parte posterior de mi mente, protestó que probablemente no era seguro salir, pero me encontraba propulsada por un trance extraño. Noche negra, neblina negra. Hierba negra. Lápidas negras. Brillante río negro. Un par de ojos negros observándome. 

Tenía que encontrar esos ojos. Ellos tenían las respuestas. 

Cuarenta minutos más tarde, me acerqué a las arqueadas compuertas que conducían al interior del cementerio Coldwater. Bajo la brisa, las hojas giraban debajo de sus ramas como oscuros molinetes. Temblando por el frío húmedo en el aire, usé a base de prueba y error para encontrar mi camino de regreso a la lápida lisa, donde todo había comenzado. 

Agachándome, deslicé un dedo sobre el viejo mármol. Cerré los ojos y bloqueé los sonidos nocturnos, concentrándome en la búsqueda de los ojos negros. Lancé mi pregunta, esperando que la escucharan. ¿Cómo había llegado al punto de dormir en un cementerio después de pasar once semanas en cautiverio? 

Dejé que mis ojos viajaran en un lento círculo alrededor del cementerio. Los olores del decadente otoño que se aproximaba, el rico sabor de la hierba cortada, el pulso de las alas de los insectos rozando entre sí, nada de eso iluminó la respuesta que tan desesperadamente deseaba. El color negro, burlándose de mí por días, me había fallado. Empujando mi mano en los bolsillos de mis pantalones, me giré para irme. 

Desde el borde de mi visión, me di cuenta de una mancha en la hierba. Recogí una pluma negra. Era fácilmente la longitud de mi brazo, desde el hombro hasta la muñeca. Mis cejas se fruncieron mientras trataba de imaginar qué clase de ave pudo haberla dejado. Era demasiado grande para ser de un cuervo. Demasiado grande para cualquier ave, por lo que a mí respectaba. Corrí un dedo sobre la veleta de la pluma, cada satinada púa regresando a su lugar. 

Un recuerdo se agitó dentro de mí. Ángel, me pareció escuchar un suave susurro. 

Eres mía. 

De todas las ridículas y confusas cosas, me sonrojé. Miré a mi alrededor, sólo para asegurarme de que la voz no era real. 

No te he olvidado. 

Con mi postura rígida, esperé a escuchar la voz de nuevo, pero se desvaneció en el viento. Cualquier parpadeo de recuerdos que dejé atrás, se lanzó fuera de mi alcance antes de que pudiera siquiera comprenderlos. Me sentí desgarrada entre el deseo de arrojar lejos la pluma, y el frenético impulso de enterarla donde nadie la encontrara. Tuve la intensa impresión de haberme tropezado con algo secreto, algo privado, algo que podría causar un gran daño si era descubierto. 

Un auto aceleró en el estacionamiento justo encima de la colina del cementerio, con la música a todo volumen. Escuché gritos y corrientes de risas, y no me habría sorprendido si pertenecieran a personas con las que fui a la escuela. Esta parte de la ciudad estaba cubierta de árboles, lejos del centro de la ciudad, y hacía un buen lugar para pasar el rato sin vigilancia en las noches y fines de semana. No queriendo toparme con alguien que conociera, especialmente ya que mi repentina reaparición estaba esparciéndose a través de las noticias locales, metí la pluma bajo mi brazo y camine a velocidad por el sendero de grava que conducía de regreso a la carretera principal. 

Poco después de las dos y media de la mañana, entro a la casa de campo y, después de bloquearla, subo de puntillas por las escaleras. Me quedo de pie, indecisa, en el centro de mi habitación por un momento, y luego escondo la pluma en el cajón de en medio de mi vestidor, donde también escondí mis calcetines, mis medias y bufandas. En retrospectiva, ni siquiera sabía por qué la había traído a casa. No era común en mí recoger objetos chatarra, y mucho menos meterlas dentro de mis cajones. Sin embargo, había generado un recuerdo... 

Quitándome la ropa y extendiendo un bostezo, me volví hacia la cama. Estaba a mitad de camino cuando mis pies se detuvieron. Una hoja de papel descansaba en mi almohada. Una que no había estado ahí cuando me fui. 

Me di la media vuelta, esperando a ver a mi mamá en la puerta, enojada y afectada por haberme escapado. Pero teniendo en cuenta todo lo que había sucedido ¿realmente pensaba que simplemente me dejaría unannota al encontrar la cama vacía?  

Tomé el papel, dándome cuenta de que mis manos temblaban. Era la hoja de un cuaderno, como las que usaba en la escuela. El mensaje pareció haber sido garabateado de prisa en Sharpie negra.

SÓLO PORQUE ESTÉS EN CASA. NO SIGNIFICA QUE ESTÉS A SALVO.


Load failed, please RETRY

Tình trạng nguồn điện hàng tuần

Rank -- Xếp hạng Quyền lực
Stone -- Đá Quyền lực

Đặt mua hàng loạt

Mục lục

Cài đặt hiển thị

Nền

Phông

Kích thước

Việc quản lý bình luận chương

Viết đánh giá Trạng thái đọc: C65
Không đăng được. Vui lòng thử lại
  • Chất lượng bài viết
  • Tính ổn định của các bản cập nhật
  • Phát triển câu chuyện
  • Thiết kế nhân vật
  • Bối cảnh thế giới

Tổng điểm 0.0

Đánh giá được đăng thành công! Đọc thêm đánh giá
Bình chọn với Đá sức mạnh
Rank NO.-- Bảng xếp hạng PS
Stone -- Power Stone
Báo cáo nội dung không phù hợp
lỗi Mẹo

Báo cáo hành động bất lương

Chú thích đoạn văn

Đăng nhập