A pesar de escuchar la advertencia de ese pirata, los otros piratas bostezaron perezosamente.
Después, un Philip cansado con los ojos inyectados en sangre salió para asumir su puesto y dio una orden.
—A toda velocidad entonces.
Los ojos de ese pirata se abultaron de horror, pensando que había escuchado mal la orden de Philip.
Sin embargo, los otros piratas se lanzaron a la acción mientras tocaban los cuernos y levantaban las dos velas. Los entusiastas remadores clavaron sus largos y anchos remos en el agua del mar, antes de empujarlos hacia atrás. Las salpicaduras y la espuma blanca continuaron golpeando contra la proa del barco.
—¡Están locos! ¡Este mundo me está pudriendo la mente!